Ester 2: 1—7

En toda la trama de esta historia maravillosa, encontramos hasta aquí por lo menos tres lecciones perdurables. La primera tiene que ver con el plan de Dios. La segunda, con los propósitos de Dios. Y la tercera, con el pueblo de Dios.

En primer lugar, los planes de Dios no son obstaculizados cuando los acontecimientos de este mundo son carnales o no espirituales. Dios está en actividad. Él se está moviendo. Él está tocando las vidas. Él está dando forma a los reinos. A Él nunca le sorprende lo que la humanidad pueda hacer. Solo porque las acciones o las motivaciones resulten ser carnales o no espirituales o injustas, esto no significa que Él no está presente. Es posible que los involucrados no le estén dando la gloria, pero nunca dude de que Él está presente, de que está en acción.

En segundo lugar, los propósitos de Dios no son frustrados por las fallas morales o maritales. ¿Por qué lo sé? ¿Por qué Él es un Dios que aplica la gracia a toda la perspectiva de la vida. El mal lo aflige, y después hay consecuencias serias, ¡pero ninguna cantidad de mal frustra sus soberanos propósitos! Él es un Dios de gracia admirable.

En tercer lugar, el pueblo de Dios no está excluido de los lugares de autoridad por las desventajas o las dificultades. Ester era una exiliada en un país extranjero. Era también huérfana. Estaba a años luz de la nobleza persa. Pero nada de esto impidió que Dios la exaltara a la posición en la cuál Él la quería usar.

La mano de Dios no es tan corta que no pueda salvar, ni su oído tan torpe que no pueda escuchar. Él está en acción en su vida en este mismo momento, ya sea que usted lo vea a Él o no. Dios se especializa en transformar lo mundano en significativo. Dios no solo se mueve de manera sorprendente, sino que también lo hace en momentos que no tienen nada de particular. El Señor está tan involucrado en lo mundano como en lo milagroso.

Él es un Dios soberano que está en acción en medio de los vastos escenarios de los estados e imperios de nuestros mundo. Y nosotros, aun en medio de nuestros días habituales, debemos permanecer puros y dedicados a las cosas de Dios y de su obra en nuestras vidas, manteniéndonos sensibles a su mano que se mueve en medio de lo carnal, de lo secular, e incluso en medio de la embriaguez. Solo entonces podemos traer a este mundo destrozado la esperanza que tanto necesita.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.