Proverbios 14:7-8

La cultura hebrea reconocía que no toda oposición a la dirección de Dios es igual. Toda oposición es necedad, pero los sabios del Antiguo Testamento diagnosticaron las diferentes raíces de la estupidez espiritual y las presentaron de igual manera. Ayer examinamos la ingenuidad simple, la oposición de aquellos que sencillamente no han aprendido, personas que no han sido capacitadas. El día de hoy, consideraremos una forma más severa de necedad espiritual, una condición que puede llamarse «oposición estúpida». Aunque suene fuerte, el mejor término que podemos usar en este caso es necio.

El necio
El idioma hebreo tiene dos términos principales para esta clase de necio: nabal y kasal. Ambos tienen el significado básico de «ser insulso» o «estúpido». El idioma árabe tiene un término similar a kasal que significa lento, insulso, estúpido o torpe. Pero no se equivoque. El necio tiene capacidad de razonar; simplemente, su lógica es incorrecta. Los necios están absolutamente convencidos de que pueden vivir sin Dios. Los necios crean una racionalidad que aparenta una lógica honesta. Sin embargo, no lo es. La verdad es que comienzan con conclusiones predeterminadas por ellos mismos y tratan de apoyarlas con su propio raciocino.

Un ejemplo de kasal tiene que ver con una persona que sufre una pérdida trágica y terrible. Se enoja intensamente con Dios y por eso decide que el creador no existe. Luego pasa su vida desarrollando un caso lógico en contra de la existencia de Dios, utilizando lo que parece ser un razonamiento creíble. Para poder seguir convenciéndose a sí misma y a los demás propone teorías alternas de cómo y por qué el universo existe para, de esta forma, reemplazar la cosmovisión bíblica.

Ciertamente, el ateísmo es sencillamente una forma moderna de idolatría; un rechazo voluntario de Dios favoreciendo un cosmos creado por el hombre. Quizás por esta razón es que la Biblia utiliza la palabra kasal con frecuencia para los idolatras. Esas personas crean sus propios ídolos y luego se convencen de que tienen poder sobrenatural. El profeta Isaías ilustró lo absurdo de esto con una historia de un hombre que cortaba un árbol:

«Quema parte del leño en el fuego y sobre él prepara carne asada, come y se sacia. Luego se calienta y dice: ‹¡Ah! Me caliento mientras contemplo el fuego›. Después, lo que sobra lo transforma en la imagen tallada de un dios. Se postra ante él y lo adora, y le ruega diciendo: ‹¡Libérame, porque tú eres mi dios!›»(Isaías 44:16, 17).

De manera similar, un nabal decide qué clase de comportamiento pecaminoso disfruta y luego lo racionaliza. Por ejemplo, una mujer que piensa abandonar a su familia debido a una aventura se pasa varias semanas preparándose mentalmente para esa ruptura. Se convence a si misma de que su esposo y su familia viven mejor sin ella, de que ella ha vivido mucho tiempo sirviendo a los demás y ahora es su tiempo de disfrutar de la vida, o que hay otro hombre que es en verdad su alma gemela y que Dios quiere que ella sea feliz.

¿Ve la relación? La mayoría de las personas modernas no crean estatuas para venerarlas como si fueran sus dioses. Más bien, las personas en la actualidad deciden lo que quieren creer y luego lo racionalizan sin consideración de que han puesto su confianza en mentiras que ellos mismos han creado. La Escritura reprende esta clase de oposición con términos muy claros y dice a los sabios que respondan de la siguiente forma a la necedad de los necios:

Apártate del hombre necio porque en él no encontrarás los labios del saber. La sabiduría del sagaz discierne su camino, pero la insensatez de los necios es un engaño (Proverbios 14:7, 8).

El corazón entendido busca el conocimiento, pero la boca de los necios se apacienta de la insensatez (Proverbios 15:14).

El necio no toma placer en el entendimiento, sino solo en exponer lo que tiene en su corazón (Proverbios 18:2).

El que confía en su propio corazón es un necio, pero el que camina en sabiduría estará a salvo (Proverbios 28:26).

Reflexión: Es posible que hasta las personas sabias actúen como necios en algunos casos. ¿Cuándo fue culpable de racionalizar su comportamiento, sabiendo que era contrario a la voluntad de Dios? ¿Por qué protegió tanto ese comportamiento? ¿Qué necesidad o deseo satisface ese comportamiento en usted? Considere presentar esa necesidad a Dios, pidiéndole que él provea satisfacción a su manera y de acuerdo con su tiempo.

Los necios están absolutamente convencidos de que pueden vivir sin Dios.

Charles R. Swindoll Tweet esto

Adaptado del libro, Viviendo los Proverbios  (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.