Éxodo 4:18

El versículo 18 nos ofrece un destello de la humanidad de Moisés y de la paciencia de Dios. Después de que Moisés se fue y volvió a donde estaba su suegro, le dijo a este: «Por favor, permíteme ir donde mis hermanos que están en Egipto, para ver su todavía siguen vivos». Y Jetro le respondió: «Ve en paz».

Moisés dejó solo unas pocas cosas fuera de esa explicación, ¿no le parece? Él dijo: «Suegro, quiero ir para ver si algunos de mis amigos de Egipto siguen vivos todavía. No los veo desde hace 40 años. ¿No te importa si tomo un poco más de tiempo allá? Tú sabes, para ver las pirámides, dar un paseo por el Nilo, cosas así».

Jetro le dice: «Excelente. Que te diviertas. Ponte en camino yerno».

Por alguna razón, a Moisés no le fue posible decir: «Sí, Jetro, había una zarza en el desierto, y de la zarza salió una voz; total, que voy a estar al frente de toda la nación de Israel en un éxodo para sacarla de la esclavitud y llevarla a Canaán». Simplemente no pudo decir eso. Pero Dios, por su gracia, no le da una palmada en la mano. No le dice: «¡Cállate, Moisés! Y cuéntale toda la historia». Él deja que Moisés disimule su partida con una especie de explicación vaga y muy general.

Por alguna razón, eso me llega al corazón. Dios está lleno de gracia. Moisés estaba haciendo las maletas para irse a Egipto, y Dios no le tomó en cuenta eso. Lo único que Él nos pide es un corazón dispuesto, no espera perfección, no espera que usted tenga todas las respuestas, todas las capacidades, toda la valentía. Él ni siquiera le pide que explique cada detalle de su llamamiento. Solo le pide que esté disponible, y que dé ese primer paso de fe en la dirección que él le está señalando.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.