Génesis 17:15–17; 18:9–15; 21:1–7
Sara no había oído algo tan absurdo en su vida, y a sus 89 años, había oído bastantes cosas ridículas. Cuando tenía 65 años, su esposo le dijo que Dios les había ordenado irse de su hogar a
un lugar que no sabían. Dios le habló a Abraham, y le lo dijo a Sara, que Dios hará de ellos «una gran nación» (Génesis 12:2) y les dará la tierra de Canaán como herencia perpetua para sus descendientes. Una gran nación. . . descendientes. . . seguro que pensó: ¡qué gracioso! No tenían hijos, mucho menos una multitud de descendientes. ¿Cómo puede nacer toda una nación de una pareja estéril?
Por eso Sara, que se encontraba en la tienda y estaba escuchando la conversación de Abraham con los tres hombres, pensó que había escuchado las palabras más extrañas que se hayan dicho jamás. «¡Yo volveré a verte dentro de un año, y tu esposa, Sara, ¡tendrá un hijo!» (18:10). Ella se rió para sí misma sin creer que sería cierto.
Pero Dios fue el último en reír. En cuestión de meses, Sara, quien ahora tenía 90 años, tenía un bebé en su vientre y tal y como lo prometió el Señor, dio a luz un hijo a su esposo de 100 años. Abraham llamó al niño Isaac, que significa «él ríe». Y desde ese momento y hasta el final de sus días, Isaac fue un recordatorio vivo de que Dios es el Dios de las cosas raras, el Dios de lo imposible. Él es el único que puede convertir la risa de la duda en risa de regocijo.
Cuando Dios anunció la promesa de la concepción de Isaac, Él preguntó, en respuesta a la duda de Sara: «¿Existe algo demasiado difícil para el Señor?» (Génesis 18:14). El Señor respondería Su propia pregunta dos mil años después cuando envió al ángel Gabriel a anunciar otro nacimiento imposible a una joven virgen: «Porque ninguna cosa será imposible para Dios» (Lucas 1:37 LBLA).
Todos nos enfrentamos a situaciones imposibles en la vida desde una perspectiva humana. Pero el Dios que adoramos es el Dios de los imposibles. Todos nosotros estamos en el camino de la fe, luchando por creer que Dios puede y va a suplir las necesidades de nuestras situaciones difíciles. Así que, cuando vengan estas dificultades de la vida, confíe en Dios, puede que Él convierta en posible lo imposible. Y puede que usted mismo se caiga de la risa porque es demasiado ridículo como para creerlo.
Adaptado del libro, Las Sabias y las Audaces. Publicado por Visión Para Vivir. Copyright © 2023 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.