1 Samuel 31: 1—13
Detrás de la gran tragedia de la vida de Saúl hay una analogía muy interesante, una analogía entre la muerte de Saúl y la muerte de Cristo. A primera vista pudiéramos decir: ¿Qué pueden tener en común Saúl y Cristo? En realidad, hay ser analogías que vale la pena señalar.
Primera: La muerte de Saúl parecía ser el fin de toda esperanza nacional. Cuando Saúl murió, muchos debieron haber pensado: Este es el fin de Israel. Seguramente que los palestinos se adueñaron de nosotros ahora. De igual manera, la muerte de Cristo pareció ser el fin de toda esperanza nacional y espiritual.
Segunda: Con la muerte de Saúl, parecía que el Adversario había tenido la victoria final. Cuando Cristo murió, pareció que el adversario de nuestras almas había ganado. Debió haberse pavoneado por las puertas del infierno, diciendo: «La victoria es mía. Soy el vencedor. El Mesías ha muerto».
Tercera: La muerte de Saúl preparó el camino para un plan de operación totalmente nuevo, e introdujo la línea real de David, que condujo al Mesías. Cuando Jesucristo murió, se inició toda una nueva operación que puso en movimiento nuestra gran salvación.
Cuarta: La muerte de Saúl abrió la oportunidad para otra persona que, de lo contrario, no habría sido parte de la línea de bendición de Dios, es decir, David. La muerte de Cristo abrió misericordiosamente la oportunidad de la bendición de la salvación a los no judíos, que de otra manera no habríamos podido venir osadamente al trono de la gracia.
Quinto: La muerte de Saúl le puso fin a una era de insatisfacción y fracasos. La muerte de Cristo le puso fin a una era de ley y culpabilidad, estableciendo un plan completamente nuevo basado en la gracia.
Sexto: La muerte de Saúl fue una demostración de la necedad del hombre. La muerte de Cristo mostró, en términos humanos, la insensatez de Dios. Pero es a través de la «insensatez» del plan de Dios que Él hace que se produzca lo increíble. Él toma la palabra predicada y transforma vidas gracias a la muerte de Su Hijo.
Es muy posible que Dios esté diciendo a algunos Saúles que están en el proceso de vivir esta clase de vida lamentable: «Ahora es el momento de que te detengas». Es el momento de decirle: «Señor, no cambies de bando, toma Tú el control». Venimos, en realidad, como ovejas, delante de nuestro Señor, no para pedirle que cambie de bando, sino simplemente para que Él tenga el control.
Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.