Hechos 15: 30—41

Al llegar a este punto tenemos que ser muy sinceros; personalmente he tenido algunas buenas discusiones, y de seguro usted las suyas. Tuve algunas en las cuales nunca hubo reconciliación. Afortunadamente, la mayoría de ellas terminaron en una amistad renovada. Con los años, he aprendido algunas estrategias que han demostrado ser efectivas cuando uno enfrenta graves desacuerdos.

  1. Cuando haya un desacuerdo, esfuércese por ver el punto de vista de la otra persona. Lo primero escuchar. Incluya en la fórmula 3 cualidades que no se logran fácilmente: Honestidad, objetividad y humildad. Eso es todo lo que se necesita para manejar un conflicto como le agrada a Dios.
  2. Cuando ambos lados tengan parte de razón, busquen un compromiso inteligente. Para los que fueron criados como yo, él solo pensaren compromiso les ponen los pelos de punta. Usted no se rinde si tiene fibra moral. Permanece firme, cueste lo que cueste. Yo aprecio a las personas que tienen determinación, verdadera firmeza. Pero difícilmente estimó a alguien que nunca da a torcer su brazo, que se niega a negociar para resolver un conflicto. Admiro más a alguien que busca de manera voluntaria y cordial la solución adecuada a un desacuerdo, sin comprometer de ninguna manera los principios bíblicos.
  3. Si el conflicto sigue, busque resolverlo en vez de abandonar. Colgar violentamente el teléfono en medio de una conversación, o salir hecho una furia a la calle, no resuelve nada. Tampoco beneficia a ninguna de las partes el mantener un silencio manipulador, dejar al cónyuge, renunciar a un empleo en un arranque de cólera. Esa no es la manera de resolver los desacuerdos; hay que tratar de resolverlos, en definitiva hay que perseverar. Será una de las cosas más difíciles que usted tendrá que enfrentar, pero también de las más provechosas.
  4. Si no se puede resolver el conflicto, convengan cordialmente en mantener el desacuerdo, pero sin guardar animosidades. Creo que Pablo y Bernabé hicieron eso. Pablo nunca habla mal de Bernabé cuándo escribe más tarde a las iglesias que ambos habían plantado. En todas sus epístolas, usted no encontrará ni una sola crítica en contra de su antiguo compañero. Y tampoco hay evidencias de que Bernabé se estuviera recuperando del golpe.

Francamente, no todas las separaciones llevan a un mal final. Algunos de los más grandes seminarios nacieron del vía crucis de un conflicto. Y algunas iglesias importantes comenzaron como resultado de una fea división.

Felipe Melanchton, esa persuasiva fuerza moderadora en la vida de Martín Lutero, lo dijo muy bien en estas pocas palabras: «En lo esencial, unidad. En lo no esencial, libertad. En todas las cosas, caridad».

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.