Marcos 1:35
Dave Cowens, quien fuera un centro estrella de basquetbol para los Boston Celtics, desapareció. Sin dar aviso, salió de la cancha de práctica, se duchó y se alejó conduciendo un carro. Solo.
Solamente siguió conduciendo a. . . alguna parte. La única explicación que dio era una expresión familiar: «Necesito poner mis pensamientos en orden». Añadió que esto podía demorar tan poco como dos semanas o tanto como diez años. Los comentaristas deportivos, los gerentes del equipo, los compañeros de equipo, los espectadores y los fanáticos no podían imaginar lo que él estaba buscando.
Yo sí. El grupo musical de los años 70, Los Carpenters, interpretaban una pieza musical que ayuda a explicar la enigmática reacción de esta superestrella. Es una tranquila canción del alma, que habla de que se necesita un lugar para ir a esconderse. . . para estar quieto. . . para pensar las cosas. . . para reflexionar.
Quizás eso es lo que la superestrella de Boston trataba de decir. Él tenía todo lo que uno se puede imaginar —fama, posesiones, seguridad laboral, un cuerpo fuerte, mucho dinero— pero posiblemente en ese momento de su vida le hacía falta algo mucho más importante. Algo como un sentido de propósito y contentamiento interior. Algo que el basquetbol y todos sus beneficios nunca podrían proveer. Era una picazón interna que no se puede rascar con logros o gente o cosas o actividades. Para rasgarlo requiere una gran cantidad de búsqueda interior, algo que el deportista sintió que no podía hacer y, a la vez, mantener el alocado calendario de la NBA.
«Encontrarse a sí mismo» requiere que uno tome el tiempo para buscar. Es algo esencial, si uno desea ser una persona total, real hasta la médula.
Ahora, no estoy abogando porque uno ponga un alto a todo lo demás para que pueda dedicarse al proceso de buscar lo escondido. Eso es poco realista aun cuando uno no es el centro principal de un equipo de la NBA. Es un poco como quitar un hormiguero de su patio usando seis palitos de dinamita. O como prenderle fuego a su carro porque hay un sonido en el motor. El aprender a ser completo no es activado escapándose del asunto. Pero en la vida sí hay veces en que necesitamos retroceder, bajar la velocidad, permanecer en silencio, pensar bien las cosas, quedar quietos.
«¡Preferiría consumirme antes que oxidarme!» grita el zelote. Francamente, ningunas de esas alternativas me llama la atención. En ambos casos queda fuera de acción. Las personas que se están consumiendo en las llamas del fervor pueden provocar una cantidad de incendios y producir mucho ruido y humo. Pero ¿a quién le importa —si todo se convierte en cenizas? Las personas que se están oxidando pueden moverse tan lento como el perezoso y vivir hasta los 130 años. ¿Y qué, si todo lo que logran en la vida es pagar las cuentas y no caer en la cárcel?
Tiene que haber más en la vida que solo estar ocupado. ¡Y lo hay! Es el ser. Llegando a estar completo. . . creíble. . . con propósito. . . fácil de amar. Mañana hablaremos más sobre la cualidad esencial que es el ser real.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.