Éxodo 2:11-15

Primero, sorpresa; luego, confusión seguida por el temor, como garras heladas sobre el corazón. Cuando todo el mundo se enteró del gran secreto que Moisés guardaba, a este le entró la tembladera. Según el relato bíblico por el temor «huyo de la presencia del faraón». ¿Por qué huyó? El versículo 15 nos lo dice: «El faraón . . . procuró matar a Moisés». Ahora que Moisés había revelado sus intenciones, sin proponérselo, y donde estaba su verdadera lealtad, el faraón no podía tener cerca a esa amenaza. A los del rey, un príncipe desleal y desenfrenado estaba mejor muerto que vivo. ¡Qué repercusiones tan terribles tuvo la precipitada acción de Moisés!

Es muy posible que usted, también, se haya visto obligado a lidiar con consecuencias parecidas. La historia de su vida puede reflejar una constante de discernimiento. De grandes aspiraciones, pero poca humildad. De mucho celo, pero poca prudencia. Por tanto, usted tiene que pasársela corriendo, y esto tiene que hacerlo una y otra vez. Ha corrido más rápido cada vez, pero nunca ha tenido éxito. Nadie le ha llevado adonde quería ir. Y si se dijera la verdad, se sabría que sus acciones impulsivas le han llevado a situaciones insoportables.

En mi opinión, solo hay una cosa peor que estar al final de una vida dirigida por uno mismo y es estar en medio de esa vida.

Usted dirá: «Bueno, ya soy un hombre maduro de 30 años, y sé lo que hago». Pero Moisés tenía 40 años.

Usted dirá: «¡Oiga, no soy ningún novato! ¡Estudié y estoy más preparado de lo que usted cree!». ¿Más que Moisés? Recuerde que, a estas alturas de su vida, el había sido «instruido en toda la sabiduría de los egipcios» (Hechos 7:22).

Parte del problema es nuestro impresionante currículo. A veces, somos educados más allá de nuestra inteligencia. ¡Sabemos más de lo que somos capaces de manejar con prudencia! Pero la verdad es que, cuando usted confía en la carne para hacer las cosas, no necesita más educación. No necesita tener un título más. No necesita más seminarios de capacitación. Sencillamente, lo que usted necesita es sabiduría. Al igual que yo. Al igual que todos los que somos parte del pueblo de Dios.

Pero, para discernir la sabiduría hace falta tiempo. Hace falta dar algunos tumbos en el camino. Hace falta tener algunos fracasos y tragar unas cuantas dosis, grandes y amargas de humildad. Querido amigo, ¡bienvenido a la realidad!