Efesios 5:25-28, 33

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella…Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama…en todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido. Efesios 5:25-28, 33

SEÑOR, HOY ESTAMOS VIVIENDO en una cultura que ha olvidado Tu patrón para el matrimonio. El mundo ha perdido su rumbo porque Tu Palabra ha sido ignorada. Hemos mezclado los hilos del lienzo divino y ahora todo está de cabeza. Claramente se ve que nuestra cultura es un desastre total. La fractura de los hogares se ha vuelto algo tan común, que ya no nos sorprende cuando una familia se desbarata. Por eso oramos pidiendo que los principios, de las palabras antes mencionadas, presentadas por tu patrón exacto, la Palabra de Dios, se arraiguen y den fruto en algunas de esas vidas. También pedimos que les des a los esposos y a las esposas el valor para decir: «Lo siento, estoy equivocado. Por favor perdóname. Comencemos otra vez». Te pedimos que les des a esas personas que escuchan estas palabras una capacidad renovada para que vuelvan a creer en sus cónyuges; que se esfuercen juntos y que hagan de Tu diseño una realidad.

Gracias, Padre, por Jesús, quien está con nosotros, que nos ama y quien ya ha ejemplificado el amor sacrificial en nuestro favor. Ayúdanos, Señor, en tanto que ponemos en práctica su ejemplo en nuestros matrimonios por medio del poder de tu Espíritu. Oramos todo esto en el nombre de Cristo, nuestro Señor. Amén.
Véase también Génesis 2:23-25; Marcos 10:5-9; 1 Corintios 7:1-9; Hebreos 13:4.

VOLVER A CASA

¿Realmente han sido más de cincuenta y ocho años? Desde que dijimos: “Acepto”, Cynthia y yo hemos continuado creciendo como pareja. Estoy muy agradecido de que nos hemos podido perdonar en toda esta jornada. Estoy también agradecido porque no hemos querido rendirnos o decidido abandonarnos, sino más bien, hemos hablado y permanecido juntos.

Volver a casa, me recuerda la importancia de seguir trabajando en mi matrimonio. Pequeños detalles como ser cortés, luchar contra el egoísmo, ser más comprensivo, escucharla mejor, perdonar rápidamente, decir la verdad, desarrollar una intimidad profunda, resistir la pasividad y una docena de otras disciplinas matrimoniales que evitan que las telarañas crezcan en el matrimonio. Las feas arañas de la negligencia aparecen una y otra vez. Entre más envejezco, más deseo que nuestro matrimonio mejore, pero eso no “sucede automáticamente”. La edad nunca ha sido amiga del afecto. Un matrimonio saludable requiere de mucho esfuerzo.

Me di cuenta que va a llegar un día—un terrible día—cuando Cynthia o yo volvamos a casa solos. No me gusta ese pensamiento pero no puedo ignorarlo. Cuando llegue ese momento sombrío, no quiero estar pensando: «Me hubiese gustado…» ya que esos pensamientos sólo agregarían más culpa a mi dolor. Por esa razón, quiero que quede por escrito, que una vez más me comprometo a mí mismo a obedecer este mandamiento: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia» (Efesios 5:25).

Si usted es casado, le invitó a que se una conmigo en esta búsqueda divina y especial—de hacer que el amor de nuestras esposas se convierta en nuestra prioridad, para que al volver a casa siempre sea un gusto, y nunca un pavor. Si hacemos eso, no tendremos necesidad de temerle a la muerte. Por el contrario, esa búsqueda nos ayudará a comenzar a vivir.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.