Salmo 73:26

Mi carne y mi corazón desfallecen;
Más la roca de mi corazón
y mi porción es Dios para siempre.

Salmo 73:26

Una de las cosas más difíciles para usted y para mí es apropiarnos de nuestros propios fracasos. Sea que estemos hablando con nuestro cónyuge, nuestros hijos, nuestros jefes, o con nuestro Señor mismo, va contra la corriente ser francos y admitir nuestras ofensas. La respuesta siempre es emplear mecanismos de defensa: negar, excusar, racionalizar, reinterpretar nuestras debilidades.

La mejor opción y la más saludable es confesar. Llamar al fracaso, «fracaso». Llamar al pecado por lo que es. Admitir que nos equivocamos, y habiendo declarado eso, aprender lo que Dios pueda enseñarnos de la experiencia.

Sir Winston Churchill . . . ofreció la mejor definición del éxito que he leído: «El éxito es pasar de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo». Cuando uno empieza a interpretar correctamente el fracaso, da el primer paso gigante hacia la madurez.

Adaptado del libro, Sabiduría Para el Camino: Palabras Sabias para Personas Ocupadas (Grupo Nelson 2008). Copyright © 2008 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.