Padre de los huérfanos, defensor de las viudas,
este es Dios y su morada es santa.

Dios ubica a los solitarios en familias;
pone en libertad a los prisioneros y los llena de alegría.
Pero a los rebeldes los hace vivir en una tierra abrasada por el sol
. -SALMOS 68:5-6

SEÑOR, TU ERES BUENO PARA darnos padres. Es una fun­ción difícil que por lo general no se agradece. Por eso oramos para que animes a todos los hombres que hoy cumplen con ese rol. Protege sus corazones. Fortalece su resolución. Ayúdalos a disfrutar del gozo que surge al criar a sus hijos.

Te agradecemos por nuestros propios padres. Por aquellos que tuvieron padres amorosos y fieles. No hay nada tan especial como un buen padre, un padre que dirige su familia con amor y gracia. Y que les demuestra a sus hijos constantemente ese amor desinteresado.

Padre, también oramos hoy, por aquellos que no tienen un padre cercano, o no tuvieron un padre como el que hubieran querido. Oramos para que les ayudes a confiar y vean que Tú eres el padre de los huérfanos. Sabemos que eres capaz de encargarte de sus heridas más profundas y sanarlas. Te pedimos que uses Tu Palabra y a Tu pueblo para ayudar a aliviar parte de ese dolor. Te pedimos por aquellos padres que todavía no han doblado sus rodillas ante el Salvador; tráelos a ese hogar en este momento.

Que este sea el día en que te demos honra a ti, Señor, como nuestro Padre, y por darnos padres terrenales. Oramos todo esto en el nombre de Cristo. Amén.

Véase también Éxodo 20:12; Proverbios 4:1; 13:1; Lucas 11:11-13.

PADRES

Durante los siguientes minutos, quiero pedirle que piense en su padre. Medite en lo que ha contribuido en su vida. Piense en la influencia que ha tenido en su persona y lo que el invirtió en usted; piense en sus consejos. Analice su rostro . . . aquella imagen que tiene grabada en su mente. Escuche nuevamente el eco de su voz . . . aquella risa contagiosa . . . aquellas expresiones singulares que surgen a través de los recuerdos. Sienta como su mano tomaba la suya . . . su fuerte y seguro brazo sobre su hombro. Recuerde cómo al asirlo fuertemente

con sus manos, le comunicaba una mezcla equilibrada de amabilidad y determinación . . . compasión y masculinidad.

Mejor aún, dedique tiempo para recordar su carácter, especialmente si él era un hombre de integridad. Al leer esto, haga una pausa y recuerde algún momento en el pasado cuando él fue el único que le defendió . . . cuando él siguió adelante contra viento y marea . . . cuando él le proveyó refugio en medio de la tormenta. Piense en ese momento cuando él prefirió decir, «te perdono» en vez de, «debería darte vergüenza».

Que ese legado que el tiempo no puede borrar se convierta ahora en una gratitud hacia Dios. Agradezca al Dador de todo don bueno y perfecto, por esas características significativas que su padre inculcó en su propio carácter.

Él está lejos de ser perfecto. Una dolorosa realidad, pero él sería el primero en admitirlo. Tampoco es infalible, para su propia decepción. Tampoco es del todo justo . . . ni siempre tiene la razón. Pero hay una cosa que es -y siempre será- él es su padre… el único que jamás tendrá.

Se lo digo por experiencia propia, la única cosa que él más desea escuchar de usted es: «Papa, te amo». Si él todavía vive y puede comuni­carse con él, llámelo y dígaselo. Si él ya no está aquí, dígaselo al Señor.