Salmos 23:4

Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmos 23:4

SEÑOR DIOS, EL TEMOR AMENAZA con conquistarnos, y con hacer que dejemos de confiar en Ti. Con frecuencia, queremos apoyarnos en nosotros mismos, confiando en nuestra propia fortaleza para lograr lo que deseamos.

Ya que reconocemos la realidad y el peligro de este mundo angustiado, te agradecemos por mostrarnos claramente Tu plan para eliminar definitivamente todo temor, ansiedad y preocupación. Gracias por comunicar la verdad acerca del temor de manera que lo podamos entender. Gracias por desafiarnos a confiar en Ti, al mostrarnos Tu plan en la enseñanza de las Escrituras. Danos un compromiso con Tu verdad para que podamos vivir y pensar de manera diferente. Ayúdanos a tener una gran pasión por las cosas importantes y así nos enfoquemos más en lo eterno y menos en lo temporal.

Despiértanos, Padre, para que veamos la realidad de que este mundo va en la dirección equivocada. Recuérdanos que si confiamos en Ti, tenemos la oportunidad de marcar una diferencia en la vida de las personas, a pesar de esta época anárquica en la que vivimos. . . si es que confiamos en Ti. Libéranos del temor que nos detiene para que podamos magnificar el nombre de Jesucristo, sin importar cuál sea nuestro trabajo, nuestro llamado o nuestra participación. Oramos todo esto en nombre de Jesús. Amén.

Véase también Génesis 26:24; Deuteronomio 3:22; Salmos 46:1-2; Lucas 12:7

ENFRENTANDO EL TEMOR CON LA VERDAD
¡Qué gran monstruo es el temor! Sus garras afiladas, destilan la sangre de lo desconocido. Su voz es penetrante y nos lanza palabras destructivas de preocupación. La mayoría de sus conversaciones comienzan con el susurro: «Qué pasaría si. . .» y terminan con un fuerte grito de: «Lo vas a lamentar». Un soplido de su horrible aliento convierte a los santos en ateos, cuando el temor revierte nuestra forma de pensar. Su mordida transfiere un veneno paralizante para su víctima, y no pasa mucho tiempo antes que la duda opaque nuestra visión. Una vez que estamos en el suelo, el temor restriega su pesado pie en nuestro rostro y se ríe de nuestra condición incapacitada mientras prepara el siguiente ataque.

El temor. ¿Alguna vez se ha enfrentado con esta bestia? Seguramente. Viene en toda clase de tamaños y formas. Temor al fracaso. Temor a la gente. Temor a la enfermedad y a la muerte. Temor al rechazo. Temor al desempleo. Temor a lo que otros digan sobre usted. Temor de mudarse. Temor a la altura, a la profundidad o la distancia. Temor a confiar en los demás. Temor a ser usted mismo. Temor a comprar. Temor a vender. Temor a los fiascos financieros. Temor a la oscuridad. Temor a la guerra. Temor al fracaso de un negocio. En cualquier esquina imaginable el temor se encuentra entre las sombras, intentando envenenar nuestra paz interna y nuestra actitud externa.

El Salmo 23 de David le habla directamente al temeroso. Mediante trazos grandes de su pluma, el pastor convierte nuestros huesos en acero. David se enfrenta a temor con una sencilla declaración: «Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo». (Salmos 23:4)

¡Oh, cuanto necesito apropiarme de esta verdad en momentos de temor! Quizás usted también.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.