Efesios 5:15-17
Me cautivan los libros sobre la administración del tiempo.
Hay personas que no pueden decirle no a un vendedor que le llega a su puerta. A otros les cuesta mucho dejar pasar la oportunidad de adquirir un perrito sin costo. . . o pasar frente a una venta de cosas usadas, sin detenerse. Aún más, hay otros que casi no pueden resistir la necesidad de apostar su dinero. Yo no. Mi debilidad es los libros sobre la administración del tiempo. Libros que me dicen cómo reemplazar el estar ocupado con el ser efectivo. Libros que me proponen pensar las cosas con cautela antes de lanzarme a hacerlas. A menudo, recuerdo lo que alguna vez dijo el finado financiero americano Bernard Baruch:
Cualquier fracaso que he experimentado, cualquier error que he cometido, cualquier locura que he observado en la vida privada y en la pública, ha sido la consecuencia de haber actuado sin pensar.
El antídoto para ese problema lo describe muy bien Pablo en su carta a los efesios:
«Así que tengan cuidado de cómo viven. No vivan como necios sino como sabios. Saquen el mayor provecho de cada oportunidad en estos días malos. No actúen sin pensar, más bien procuren entender lo que el Señor quiere que hagan» (5:15-17).
Versículos como esos siempre me llaman la atención. Algún tipo de alarma se activa dentro de mí sistema cuando siento que hay una pérdida inútil de energía en lo que estoy haciendo; cuando hay alguna fuga en mi dique de tiempo porque he fallado en taparla. Sin querer volverme neurótico sobre esto, me siento algo nervioso cuando creo que no estoy viviendo con propósito, cuando estoy fallando en aprovechar al máximo cada oportunidad, lo que es un claro mandato en las Escrituras. El versículo que aparece justo antes de la porción que he citado pone un dedo largo y puntiagudo en el pecho del lector, y le grita:
«Despiértate, tú que duermes». (5:14)
Hoy, nos gusta decirlo de esta manera: «Oye, despierta. ¡Pónte las pilas, hombre!». Es la cosa más fácil del mundo dejarse llevar por la vida de una manera vaga y sin reflexión. Dios nos dice que hay una mejor manera. Él nos dice que tomemos al tiempo por la garganta, y que le demos una buena sacudida, y que declaremos: «¡Suficiente! ¡Yo voy a manejarte a ti; ya no serás tú quien me maneje a mí!».
Esa actitud es el primer paso y un importante secreto para vivir por sobre las circunstancias en vez de permanecer debajo de ellas.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.