Ser cristianos no nos hace inmunes a la tiranía de lo urgente. La mayoría de las iglesias no tienen problemas para ocuparse de sus prioridades cuando la congregación apenas comienza. Pero más adelante, cuándo viene el crecimiento, cuando las necesidades rebasan la capacidad para poder satisfacerlas todas, cuando la iglesia se muda a nuevas instalaciones, o cuando azotan los vientos de la adversidad, la lista de prioridades es arrastrada por una ráfaga de confusión. Para asegurarnos que esa lista quede firmemente establecida, debemos afirmar nuestro conocimiento en cuatro prioridades; prioridades que deben caracterizar a cada iglesia, así como a cada una de nuestras vidas.
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