El perdón es uno de los actos de más alto costo para el ser humano. Perdonar a quien nos ha ofendido, significa romper las facturas pendientes del deudor. Pero no hacerlo, es decir, no perdonar a quien nos ha ofendido, es encerrarnos en la prisión perpetua del odio bajo la custodia insistente del rencor permanente (Mt. 18:34-35). Es que poner en práctica el perdón es un acto que viola nuestro concepto de justicia, puesto que sentimos que la persona que nos ofendió no merece ser perdonada.

Por eso, tenemos que tener presente que el perdón tiene pasos imprescindibles que no siempre suceden simultáneamente: Un primer paso es la decisión (la voluntad), mientras que el segundo, es dejar de sentir el odio hacia el ofensor (aspecto emocional). Las emociones pueden requerir tiempo para sanar y logar ponerse a la par de la decisión que hemos tomado. Entonces, cuál es el camino que debemos seguir para lograr la libertad de las emociones que nos mantienen en la oscura prisión del rencor. Indudablemente seguir las pisadas de José en el libro de Génesis nos guiará hacia la plena libertad que tanto añoramos (Gn. 50:15-23).

José sufrió muchas injusticias por causa de sus hermanos. Cualquiera de nosotros necesitaría la mitad de esas experiencias para actuar con odio hacia los culpables de una gran desdicha. Sin embargo, José escogió el camino inverso, el del perdón. Como resultado de esa decisión logró enviar un mensaje de vida a un padre que permanecía en las cenizas del luto. Cuarenta años después de haber sido dado por muerto, José mandó este mensaje en manos de sus ofensores: “Vuelvan a la casa de mi padre y díganle: Así dice tu hijo José: Dios me ha hecho gobernador de todo Egipto. Ven a verme. No te demores” (Gn. 45:9). José había salido de la prisión del dolor y de la angustia, reconociendo que Dios había estado con él aún en sus más duras experiencias (45:8). Ese mismo Dios, fiel y compañero, también está con usted en medio del dolor. Rompa hoy mismo el cerrojo de la prisión que lo mantiene cautivo bajo las cadenas del odio y el rencor y envíe un mensaje de vida en mano de sus ofensores.