¿Falta en su vida la gracia horizontal? Usted tal vez haya abrazado la gracia vertical de Dios para usted, pero se ha perdido la extremadamente importante conexión de ella en sus relaciones personales.

Permítame hurgar por debajo de la superficie con unas pocas preguntas penetrantes. ¿Deja usted en libertad a las personas, o las mantiene como rehenes? ¿Les alivia la culpa y la vergüenza, o aumenta el peso que sienten? ¿Anima usted a otros, o los desalienta? ¿Se halla usted participando en el mundo de la construcción o en el mundo de la destrucción? ¿Señala usted las faltas de otros, y sus fracasos, o sus puntos fuertes y logros? En otras palabras, ¿ministra usted gracia a otros? Ahora, si me permite examinar incluso más hondo, ¿qué tal de esa persona a la que usted halla especialmente difícil de amar?

Para mí, un ejemplo magnífico de gracia horizontal vino al observar al finado Tom Landry cuando él todavía era entrenador de los Vaqueros de Dallas. Durante el tiempo en que él y yo servimos en la junta del Seminario Teológico de Dallas, a menudo me senté a su lado y hallé que era un hombre de dignidad sobria. Mientras más cerca estaba uno de él, más lo respetaba. Era un hombre que vivía bajo la gracia de Dios, y la daba como he visto a pocos darla. Esto se notó claramente en su respuesta a Woody Hayes.

Woody Hayes fue director técnico del equipo de la Universidad Estatal de Ohio por 28 años, y tomó al general Jorge Patton como su modelo de liderazgo. Su disciplina rigurosa le ganó la reputación de ser feroz. Era muy difícil de complacerlo, tenía poca tolerancia por el fracaso, y a veces se pasaba de la raya al disciplinar a un jugador. A lo largo de su carrera, Hayes amasó un increíble récord de partidos ganados y perdidos, pero también acumuló una larga lista de ofensas contra jugadores, padres, aficionados y reporteros deportivos. Durante un juego de campeonato en 1978, un jugador del equipo contrario interceptó un pase del equipo de Hayes, y fue a parar en el lado de la cancha de la Universidad Estatal de Ohio. Woody Hayes golpeó al jugador, casi arrancándole el casco; todo en televisión en vivo y en directo.

Apropiadamente, la universidad lo despidió al día siguiente. En las semanas que siguieron, la nación se desquitó a rabiar, los reporteros sin misericordia alguna se ensañaron contra él, y cualquiera que guardaba algún rencor ventiló sus querellas contra el humillado entrenador. Él se retiró en silencio y vergüenza detrás de cortinas cerradas y puertas con llave.

En esos días el entrenador Tom Landry debía asistir a un prestigioso banquete en Nueva York, y podía llevar consigo a un invitado. Normalmente hubiera llevado a su esposa, Alicia, pero se apareció con Woody Hayes. El contundente acto de gracia de Landry sacó a Hayes de la vergüenza y silenció a sus verdugos. La gracia tiene su manera de hacer eso.

Le pregunté a Tom Landry al respecto en nuestra próxima reunión de la junta. Él dijo: “Me figuré que puesto que todos se solazaban en aporrearlo, él necesitaba que alguien le pusiera un brazo sobre los hombros y le dijera que todavía lo quieren.” ¿Puede imaginarse cómo eso hizo sentirse a Woody Hayes? Cuando él tenía el ánimo por los suelos, avergonzado . . . sintiendo que no merecía nada, Landry se agachó, lo levantó, y lo abrazó.

Eugene Peterson, parafrasea Romanos 5:7-8 muy apropiadamente.

Podemos entender que alguien muera por una persona por la que vale la pena morir, y podemos entender cómo alguien bueno y noble puede inspirarnos al sacrificio. Pero Dios puso su amor en juego por nosotros al ofrecer a su Hijo para que muera como sacrificio aun cuando no le servíamos para nada (MSG, traducción libre).

Oímos mucho de la gracia vertical: esa es la gracia que recibimos de Dios. Pero, se lo pregunto de nuevo: ¿qué tal de la gracia horizontal? ¿Está usted demostrando horizontalmente lo que ha recibido verticalmente? ¿Puede usted ministrar gracia a las personas que no le inspiran a actuar con bondad? Permítame sugerirle un buen comienzo. Agáchese y abrácelos. El amor que se extiende hacia arriba es adoración. El amor que se extiende hacia afuera es compasión. Pero amor que se agacha es gracia.

Que no se le pase por alto la ausencia de condiciones en el pasaje de Romanos que antecede. Dios no miró hacia abajo y dijo: “Cuando esos malandrines muestren por lo menos algo de interés en limpiar su vida, entonces yo les saldré al encuentro a medio camino.” No; mientras nosotros seguíamos pecando, y contentos con hacerlo, el Padre se agachó y extendió suprema gracia en la persona de su Hijo Jesucristo. Él no ignoró nuestro pecado. No disculpó nuestro pecado. Miró más allá de nuestro pecado y nos aceptó a pesar del mismo. ¿Y qué? Hagamos lo mismo por otros. Abrace a otros a pesar de lo indignos o difícil de querer que sean.

Nadie espera que usted excuse el pecado de los difíciles de querer, ni tampoco usted debe convertirse en su alfombra. Extender gracia no envía el mensaje de que se aprueba la conducta del otro. Y no caiga en la trampa de temer que la gracia anima a la gente a seguir pecando. De hecho, la gracia produce convicción en el corazón del pecador mucho más rápidamente que una reprensión.

Piense en alguna persona en particular en este mismo momento, alguien particularmente difícil de amar; y decida como usted puede agacharse y abrazarla. Sea creativo. Sea específico. Busque una manera de expresarle gracia en algo que usted diga o haga . . . y luego hágalo la próxima vez que se encuentre con esa persona. Como dice el refrán del comercial: ¡Simplemente hágalo! Le desafió a que se atreva a hacerlo.

Traducido de la adaptación de Charles R. Swindoll, “It’s Time to Embrace Grace by Embracing the Unlovely,” Insights (agosto 2004): 1-2. Copyright © 2004 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.