¿Puede usted guardar un secreto?

¿Lo puede? Sea honesto. Cuando información privilegiada pasa por uno de sus sentidos, ¿se mantiene dentro de las paredes de su mente? ¿O es solo cuestión de tiempo hasta que ocurra una filtración? Cuando de tiempo en tiempo la red de chismes solicita su atención, ¿rehúsa usted ayudarla a extenderse, o hace aportes para que se extienda más, alimentándola con el movimiento de su lengua sin filtro? Cuando alguien dice: «esto es confidencial», ¿respeta usted la confianza que se le ha brindado, o hace caso omiso. . . al instante o de manera eventual?

Mientras más tiempo pasa, más me doy cuenta de que existe una escasez de personas a quienes se les puede confiar plenamente con alguna información confidencial. Mientras más tiempo pasa, ¡más valoro a aquellas almas que pertenecen a esa categoría! De hecho, si se me pidiera hacer una lista de las características esenciales que deben hallarse en cualquier miembro del equipo administrativo o de un oficial de la junta de gobierno de una iglesia. . . la habilidad de guardar las confidencias estaría entre los primeros en importancia. Ningún líder merece el respeto de la gente si él o ella no puede retener para sí la información que le fue compartido en privado. Nuestras mentes pueden ser comparadas con un cementerio, lleno de tumbas que se rehúsan a ser abiertas. La información, sin importar cuán jugosa o seca sea, debe descansar en su ataúd, sellado en el silencio bajo el epitafio: «Compartida en confidencia —Guardada en confidencia».

Ni usted ni yo daríamos un centavo por un doctor que no controla su lengua. Lo mismo es aplicable a un ministro, a un abogado, a un consejero, a un juez o a un secretario. . . o, por qué no decirlo, a un amigo cercano y de confianza. Ninguna empresa crece y se mantiene fuerte a menos que los que la lideran sean personas confiables.

La información es poderosa. La persona que la recibe y la distribuye poco a poco a menudo lo hace para que otros queden impresionados porque él o ella «está al corriente» de lo que pasa. Hay pocas cosas que sean más satisfactorias para el viejo ego que lograr que a otras personas se les agranden los ojos y que queden boquiabiertos, y que digan: «¡Vaya, yo no sabía eso!» o «Vaya, ¡quién lo creyera!» o «¿Cómo pudiste enterarte de eso?».

Salomón habla de este tema en Proverbios, con palabras fuertes y sabias. Escuche su consejo:

«Las personas sabias atesoran el conocimiento, pero el hablar por hablar del necio invita al desastre». (10:14)

«Hablar demasiado conduce al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada». (10:19)

«El chismoso anda contando secretos; pero los que son dignos de confianza saben guardar una confidencia». (11:13)

«Los que controlan su lengua tendrán una larga vida; el abrir la boca puede arruinarlo todo». (13:3)

«El chismoso anda por ahí ventilando secretos, así que no andes con los que hablan de más». (20:19)

«Confiar en alguien inestable en tiempos de angustia es como masticar con un diente roto o caminar con un pie cojo». (25:19)

«Una persona sin control propio es como una ciudad con las murallas destruidas». (25:28)

De ahora en adelante, establezcamos cuatro reglas prácticas de base:

  1. Cualquier cosa que se le digan en confianza, no lo repita.

  2. Cualquier momento en que se sienta tentado a hablar, no ceda.

  3. Cualquier momento en que se encuentre hablando de otras personas, no chismee.

  4. Cualquier manera en la que tiende a entrar en desacuerdos, no calumnie.

Dígame, honestamente, ¿puede guardar un secreto? Compruébelo.

Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.