El ejercicio de esta disciplina llamada dominio propio evita que el deseo se convierta en dictador. Para la persona que no tiene a Cristo, los deseos dictan y él o ella obedece. Los que están en Cristo, viviendo bajo la autoridad de su Espíritu y gobernados por él, son capaces de desafiar a este dictador en un tiempo poderoso. Como resultado, experimentamos un cambio transformador que otros notan.

En lo que tiene que ver con la lengua, ejercemos limitación verbal. En lo que tiene que ver con nuestra dieta, ejercemos control en la cena. (¡Y yo dejo el helado en el congelador!). En cuanto al mal genio, ejercemos control emocional. En lo que tiene que ver con nuestros pensamientos, ejercemos circunspección mental. En lo que tiene que ver con la lujuria sexual, ejercemos restricción moral. Todos tenemos aspectos que nos tientan más que otros, así que debemos entregarnos a la autoridad del Espíritu Santo. Él entra y nos da poder para controlar antes de que demos pasos para satisfacer nuestro impulso o nuestro deseo.

Seamos prácticos. He hallado que una pausa de tres segundos puede determinar la diferencia. Tan pronto como un impulso me brota, decido esperar apenas tres segundos antes de hacer cualquier acción. Durante esa pausa hago una evaluación rápida de cuáles pudieran ser las consecuencias. ¿Sería esta acción algo de lo cual me avergonzaría después? No todos los impulsos son malos; algunos son buenos. Esos tres segundos me han mantenido fuera de muchas aguas hirviendo a través de los años.

Adaptado de Charles R. Swindoll, The Strength of Character: 7 Essential Traits of a Remarkable Life (Nashville: J. Countryman, 2007), 34-35. Copyright © 2007 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente.