Los malos entendidos, errores y falsas enseñanzas crecen grandemente dentro y fuera de nuestras iglesias. Siempre ha sido así. Los escépticos y apóstatas niegan las afirmaciones de Cristo y tratan de usar verdades falsificadas para hacer errar a las personas. Por eso Judas hace sonar la alarma: “he sentido la necesidad de escribiros exhortándoos a contender ardientemente por la fe” (Judas 1:3). La palabra contender se refiere a “una lucha vigorosa, intensa, determinada para derrotar la oposición.”1 Debemos procurar luchar valientemente por la fe. Pedro da un mandamiento similar: “santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15). En otras palabras, los creyentes deben “defender la Biblia contra . . . las acusaciones falsas presentando una defensa verbal de ella, refutando las afirmaciones del crítico destructivo.”2

Nunca debemos buscar una pelea, pero no nos atrevamos a guardar silencio cuando las afirmaciones de Cristo sufren ataque. Como señala la carta de Judas, hay cuatro razones por las que debemos pelear por la fe. Primero, el escéptico enfrenta la ruina certera (Judas 1:5-7). El cínico que rechaza la autoridad de Jesús se encamina al juicio y castigo eterno. Lo mismo es cierto de aquellos que se dejan influir por el cínico.

Segundo, el que no cree blasfema las cosas de Dios (1:8-10). Hablan de cosas dignas y reverentes pero con grotesca indignidad e irreverencia.

Tercero, el cínico está vacío espiritualmente (1:11-13). Son, como Jesús dijo: “sepulcros blanqueados, . . . llenos de huesos de muertos” (Mateo 23:27).

Cuarto, el escéptico es impío (Judas 1:14-16). Se dedica a obras y palabras que no honran al Señor. Como Judas observó: “Éstos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (1:16).

Allí lo tiene: cuatro razones por las que debemos luchar por las verdades de la fe. Pero antes de que usted se entusiasme y acometa, hay unas pocas cosas que tener presente, para ayudarle a mantener el equilibrio. Muchos creyentes no hacen sino pelear. Sin embargo, otros creyentes bien sea permanecen sin darse cuenta de que alrededor de ellos ruge una batalla, o se niegan a levantarse firmes. Ningún extremo es correcto. En algún punto en el medio está el equilibrio, y allí es donde queremos llegar.

El equilibrio se logra en cuatro aspectos. Número uno: Sepa dónde se encuentra. Uno no puede darse el lujo de ignorar o estar mal informado cuando se trata de la verdad y fe bíblicas. Así que edúquese en los aspectos comunes que vienen bajo ataque: la Biblia, la Trinidad, la persona y obra de Cristo y los medios de salvación.

Número dos: Sepa dónde está el enemigo. Aprenda los métodos de aquellos que se oponen a la verdad. Satanás es astuto y es además retorcido y deshonesto.

Número tres: Estudie consistentemente las Escrituras. La Biblia es la única arma tangible, ofensiva que el Señor nos ha dado en nuestra batalla contra la falsedad; el apóstol Pablo llamó a la Palabra de Dios “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). Aprenda a esgrimirla con pericia y sabiduría.

Número cuatro: Levántese solo si es necesario. Necesitamos más hombres y mujeres como Ester, que arriesgó su vida para salvar una nación; como Daniel, que rehusó corromper sus principios; y como Pablo, quien, aunque condenado a muerte, miró frente a frente a los ojos de un loco y predicó el evangelio.

Pero no hay nada de risible en cuanto a la batalla por los corazones y mentes de las personas. Debemos servir a Cristo al proteger la sólida verdad bíblica. Si los enemigos se infiltran en nuestras filas con doctrina destructiva, si atacan la fe de nuestros hermanos y hermanas más débiles con sus mentiras, y si continúan guiando a otros por la senda sutil de la destrucción, entonces nosotros que somos más fuertes debemos pelear. Y vaya que debemos pelear, para impedir que otros vayan al infierno.

  1. Kenneth S. Wuest, “The Exegesis of Jude,” en Wuest’s Word Studies from the Greek New Testament, vol. 2 (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), 235.