En ciertos años, me he visto obligado a desarrollar la habilidad de un equilibrista para mantenerme en pie. Si eres como yo, a veces parece que apenas logramos mantener el equilibrio en nuestra cuerda floja espiritual… ¡y de repente algo—o alguien—sacude la cuerda!
Aunque cueste creerlo, ese alguien que sacude nuestra cuerda es Dios. Pero ¿por qué lo hace?
Hay muchas razones por las cuales Dios permite que enfrentemos tiempos difíciles, pero encuentro tres que valen la pena recordar. Cada una de ellas está claramente expuesta por el apóstol Pablo. En su Segunda Carta a los Corintios, Pablo identifica a nuestro divino agitador de cuerdas: «Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo» (2 Corintios 1:3). Esta afirmación no es una simple frase de consuelo con palabras bonitas. ¡Nuestro poderoso Dios nos brinda consuelo mientras enfrentamos nuestras batallas!
No importa cuál sea nuestra necesidad, «Él nos consuela en todas nuestras dificultades» (1:4). Esto abarca todas las situaciones que usted y yo enfrentamos. Cada una de nuestras aflicciones es importante para Dios. Él realmente se preocupa por nosotros, y esa preocupación es profunda.
Entonces, ¿por qué enfrentamos aflicciones? ¿Por qué sacude Dios nuestra cuerda y luego nos consuela al mismo tiempo? Pablo nos da tres razones clave para entender este proceso.
Primera Razón: Para que estemos preparados para consolar a otros
¿Quién puede verdaderamente entender lo que es estar al lado de un ser querido que agoniza por una enfermedad terminal? ¿O quién puede sentir la profunda tristeza de un hogar roto? ¿Y qué hay de aquellos que han experimentado la pérdida de un hijo, la desesperación de un adolescente atrapado en las drogas, la angustia de vivir con un cónyuge alcohólico, o la devastación de perder un empleo? ¿Quién puede comprenderlo?
Este proceso no es fácil, pero es en esos momentos de desesperación cuando aprendemos que nuestra verdadera fuerza no proviene de nosotros mismos, sino de nuestra total dependencia en Dios.
Tercera Razón: Para que Aprendamos a Dar Gracias en Todo
No podrá captar completamente esta tercera razón hasta que no haya enfrentado las dos primeras. Fíjese en cómo lo explica Pablo a sus amigos corintios en el versículo 11: «Y ustedes nos están ayudando al orar por nosotros. Entonces mucha gente dará gracias porque Dios contestó bondadosamente tantas oraciones por nuestra seguridad».
Considere esto: Pablo veía su sufrimiento como una oportunidad para compartir su vida con los demás, agradeciendo incluso en medio del dolor. Se sintió profundamente unido a los corintios, y mientras ellos oraban por él, muchas personas terminaron dando gracias a Dios… incluyendo al mismo Pablo.
Dios desea usarnos como lecciones vivientes para otros. Por eso nos insta a presentarnos como sacrificios vivos. ¿Qué sucedería en su vida si en lugar de luchar contra Dios, empezara a alabarlo por sus dolores? Dígale a Dios que quiere ser Su lección viviente de paciencia y estabilidad para los demás… y no olvide darle gracias por los vientos de aflicción que han soplado en su vida.
Sí, es Dios quien permite que su cuerda floja se sacuda. Pero también es Dios quien extiende la red de seguridad. Nuestras luchas no son la causa de nuestra caída, sino el medio por el cual Dios nos eleva más alto.