La palabra gracia significa muchas cosas para diferentes personas. Nos referimos a una bailarina de ballet como que tiene gracia. Damos gracias antes de las comidas. Hablamos de la reina de Inglaterra aportando gracia a los eventos a los que asiste. Gracia puede significar coordinación de movimiento, puede significar un elemento de la oración, y puede referirse a dignidad y elegancia. Más importante, gracia puede significar favor inmerecido; extender favor especial a alguien que no se lo merece, que no se lo ha ganado, y que jamás podrá pagarlo. De vez en cuando nos cruzamos con una escena en las Escrituras en donde vemos una hermosa ilustración de este tipo de gracia, y nos quedamos asombrados por tan impresionante gracia.
Hallamos uno de esos momentos en la vida del rey David. Es, en mi opinión, la ilustración más grande de gracia en todo el Antiguo Testamento. Incluye a un hombre oscuro con un nombre extraño: Mefi-boset. Es un relato hermoso, inolvidable.
Antes de que empezara su gobierno como rey de Israel, David le hizo una promesa a su predecesor. David prometió que no destruiría a todos los descendientes de Saúl cuando llegara al poder (1 Samuel 24:20-22). Cuando David consolidó su poder y la tierra quedó en paz, uno de sus primeros actos fue averiguar si quedaba algún descendiente de Saúl. Normalmente, los reyes antiguos buscaban a los descendientes del régimen anterior para matarlos, e impedir que esa familia volviera al poder. Sin embargo, David dijo con toda claridad que buscaba a un descendiente de Saúl a fin de mostrarle bondad (2 Samuel 9:1).
Uno de los que habían sido criados de Saúl respondió al llamado y le informó al rey David de un hijo de Jonatán, que estaba “lisiado de los pies.” La respuesta de David es hermosa. Intervino de inmediato y dijo: “¿Dónde está?” No preguntó: “¿Cuán seria es su invalidez?” Ni siquiera preguntó cómo había quedado en esa condición. Simplemente dijo: “¿Dónde se halla el hombre?”
Así es como obra la gracia. La gracia no es selectiva. La gracia no busca cosas que se hayan hecho y que merezcan amor. La gracia opera aparte de la respuesta o la capacidad del individuo. La gracia es unilateral. La gracia es Dios dando de sí mismo para aceptar en forma plena a quien no se la merece, y que no puede ganársela, y que jamás podrá pagarla. Es lo que hace el episodio de David y Mefi-boset tan memorable. Un rey fuerte y famoso se rebaja a sí mismo para alcanzar al que representa todo lo que David no era.
Sin que sea sorpresa, Mefi-boset había estado oculto. Temía que David sería como todos los demás reyes, buscando y matando a todos los decendientes del régimen anterior. Lo último que Mefi-boset quería ver era un emisario del rey tocando a su puerta. Pero eso es exactamente lo que sucedió.
¿Pueden imaginarse el estupor del hombre? Después de contestar a quien llamaba a la puerta, Mefi-boset se vio frente a las caras de los soldados de David que le dicen: “El rey quiere verte.” Lo más probable es que él pensó: Pues bien, este es el fin.
Pero no lo fue; ¡fue todo un nuevo comienzo! Llevado ante el rey en Jerusalén, este hombre aterrado echó a un lado sus muletas y se postró ante el rey que tenía derecho soberano sobre su vida. Mefi-boset no tenía ni la menor idea de qué esperar. Con toda certeza, esperaba lo peor.
David le dijo: “No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa” (2 Samuel 9:7).
¿Puede imaginarse lo que Mefi-boset debe haber sentido en ese momento? Esperando que una espada le corte el cuello, oye estas palabras increíbles del rey David; palabras de gracia.
Un doctor relata una experiencia del presidente de los Estados Unidos, Tomás Jefferson, que iba a caballo en uno de sus viajes cuando él y su grupo llegaron a un río crecido. Otro viajero esperó hasta que varios del grupo hubieron cruzado, y entonces llamó al presidente Jefferson y le preguntó si lo llevaría en su caballo hasta el otro lado. Jefferson lo hizo montar y lo llevó hasta la orilla opuesta. “Dime,” preguntó uno de los hombres, “¿por qué seleccionaste al presidente para pedirle este favor?” “¿El presidente?” contestó el hombre. “Yo no sabía que era el presidente. Todo lo que sabía es que en algunas de las caras está escrita la respuesta ‘no’ y en la cara de algunos está escrita la respuesta ‘sí.’ La de él es una cara de ‘sí’.”1
Los que verdaderamente entienden la gracia tienen una cara de “sí.” A mi juicio, cuando Mefi-boset alzó la vista, vio en la cara del rey David escrito un “sí.” (¿No le gustaría haber estado allí en ese imponente momento?). Desde ese momento, al joven lisiado se le trató como a uno de los hijos del rey. El rey David le restauró toda la tierra que había pertenecido a su abuelo Saúl, junto con el criado Siba y toda su casa: 15 hijos y 20 criados. Se le consideró con todo respeto, y disfrutó comiendo regularmente a la mesa de la familia del rey David, y todo debido a la gracia. Hablaron, y se rieron, y comieron comidas deliciosas juntos porque era un miembro de la familia . . . y el mantel cubría sus pies lisiados.
Momentos como éste nos recuerdan que Dios mirará a sus hijos y dirá con una cara de “si”: “Tú eres parte de mi familia. Eres importante para mí como todos mis otros hijos e hijas.” Nos llevará toda una eternidad expresar adecuadamente lo que esa verdad significa para nosotros; que nos escogió en nuestra condición rebelde y de pecado, y por su gracia nos sacó de un lugar desolado y nos dio un lugar a su mesa; y, en amor, permitió que su mantel de gracia cubra nuestro pecado.
Gracia. ¡Es realmente sublime!
- Karl Menninger, Martin Mayman, y Paul Pruyser, The Vital Balance (New York: Viking Press, 1963), 22.
Tomado de Charles R. Swindoll, “Amazing Grace on Display” (“Asombrosa Gracia en Exhibición”), Insights (marzo 2009): 1–2. Copyright © 2009 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.