Hechos 17: 1—9; 1 Tesalonicenses 2: 1—6Hechos

El estilo de liderazgo de Pablo no era distante ni esquivo. Él vivía en medio de la gente. Conocían su dirección. Hablaba de ellos. No les predicaba un sermón y después se marchaba convenientemente por la puerta trasera en el momento de la bendición final. Pablo era siempre accesible y auténtico. Su vida era un libro abierto. La mayoría estaría de acuerdo con que ese tipo de líder es inspirador. No tiene nada que probar, ningún secreto que guardar, ninguna pretensión o aire de jactancia y nunca se siente obligado a recordar a los demás lo hábil que es para el trabajo que hace. Así era Pablo. Era auténtico. John Stott escribe:

El ministerio de Pablo en Tesalónica había sido público. Había sido ejercido a la vista de todos, delante de Dios y de los hombres, porque él no tenía nada que ocultar. ¡Felices los líderes cristianos hoy, qué detestan la hipocresía y aman la integridad, no tienen nada que esconder ni de lo cual avergonzarse, que son bien conocidos por quienes son y por lo que son, y que son capaces de apelar sin temor a Dios y al público como sus testigos! Hoy necesitamos más transparencia y naturalidad de esa clase.

Un líder que vive su vida con transparencia no tiene nada que ocultar o temer. Pero si no para ni un momento, si está escondiéndose siempre detrás de puertas con cerrojo y con las persianas cerradas, el público tiene razones para sospechar que no es genuino. Tenga cuidado de no seguir a un líder que no sea accesible y vulnerable.

Recuerde, sin embargo, que el ministerio de Pablo no fue un lecho de rosas. Él literalmente entró cojeando a Tesalónica, con el cuerpo magullado y debilitado por los golpes que había recibido en Filipos, y por el encarcelamiento. Afortunadamente, yo nunca he tenido que soportar una persecución tan brutal. Pablo sí. Pero la buena noticia es esta: Esto no frenó su determinación. Él escribió lo siguiente: «A pesar de que habíamos padecido antes y habíamos sido maltratados en Filipos, como sabéis, tuvimos valentía en nuestro Dios para anunciaros el Evangelio de Dios en medio de grande conflicto» (1 Tesalonicenses 2:2).

Uno de los secretos del triunfo de Pablo se puede escribir con cinco palabras: Siguió con su trabajo laborioso. Siguió adelante con su trabajo sin importarle si los vientos lo golpeaban con fuerza. La oposición y las dificultades no le importaban. La sola prioridad que le importaba Pablo era que Cristo fuera proclamado. Cada camino en el que él transitaba conducía a otros a la cruz.

¿Armonizan sus prioridades personales con las de Pablo?

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.