1 Pedro 3:14-16
Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois. Y no os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis, sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia; teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo. (1 Pedro 3:14-16)
PADRE NUESTRO, AL RECONOCER a Tu Hijo como Señor de todo, lo hacemos con un profundo suspiro, porque no podemos negar el dolor ni podemos ignorar las dificultades de nuestras pruebas terrenales. Esta realidad a veces llega a ser casi insoportable. Pero Tú, como Dios soberano, con toda la capacidad para encargarte de nuestras necesidades, eres lo suficientemente fuerte para llevar nuestras cargas y, a cambio, darnos la perspectiva que necesitamos.
Calma nuestro espíritu. Danos una sensación de alivio al enfrentar la realidad inevitable de que habrá momentos difíciles en nuestra vida. Borra cualquier vestigio de amargura. Permítenos ver más allá del presente, enfocarnos en lo invisible y reconocer que Tu siempre estás con nosotros. Recuérdanos que Tus caminos son más altos y profundos que los nuestros.
Gracias, Señor, por el gozo de este día. Gracias por el deleite de tener una relación contigo y con personas que queremos y estimamos. Y especialmente, Padre, te agradecemos por la verdad de Tu Palabra que vive para siempre.
En el nombre poderoso de aquel que es superior, Jesús, nuestro Señor. Amén.
Véase también Proverbios 14:19; 15:1; Efesios 4:31-32; Hebreos 12:14-15; Santiago 1:19-20.
LA AMARGURA
El libro de Hebreos dice que una «raíz de amargura» puede surgir y causar problemas (12:15). Es un hecho que nadie puede alimentar la amargura y al mismo tiempo tratar de ocultarla. A veces pensamos que podemos ocultar nuestra amargura, pero no podemos. Y lo que es peor, usted la víctima de la amargura, será el más miserable.
Considere la parábola de Jesús que se encuentra en Mateo 18:23-35. Se trata de un hombre que rehusó perdonar a su amigo aun cuando él mismo había recibido el perdón de una deuda enorme. La parábola dice que cuando él rehusó perdonar a su amigo, ese hombre fue «entregado para que fuese torturado» (v. 34). Jesús concluye con la siguiente frase: «Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano» (v. 35).
Jesús dijo que aquellos que rehúsan perdonar—nosotros los que vivimos en amargura—nos volveremos víctimas de la tortura; una tortura interna debido al tormento de toda clase de pensamientos y sentimientos. Recuerde, Jesús le estaba hablando a sus discípulos, no a los no salvos. Los cristianos sufrimos terriblemente hasta que aprendemos a perdonar a otros. . . aun cuando los otros estén equivocados.
No podemos entender por qué Pablo puso a la amargura primero en la lista de Efesios 4:31-32: «Sea quitada de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos, maledicencia, así como toda malicia. Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo».
Por su propio bien, le insto a que se deshaga de toda amargura. Debemos diligentemente extirpar cualquier raíz de amargura. Hagámoslo en este momento.
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.