Uno de los métodos de evangelización que ha sido reconocido a través del tiempo y que produce resultados es que usted comparta su testimonio personal. Puede ser que la persona escéptica niegue la doctrina que usted sostiene o que ataque a su iglesia, pero en realidad él o ella no puede ignorar el hecho de que la vida suya ha sido transformada. Puede ser que la persona escéptica tape sus oídos ante las prédicas del pastor o los ruegos del evangelista, pero la misma persona se siente atraída a una historia de interés personal sobre cómo usted llegó a tener paz en su ser interior.
Créame, los pasos que lo llevaron a la conversión y las ramificaciones consiguientes son mucho más interesantes y apropiados para la persona no cristiana, que la explicación de Juan 3 o de Romanos 5 desde un púlpito. Si usted no ha descubierto lo valioso que es contar a otros sobre cómo Dios reordenó su vida, usted ha pasado por alto este eslabón vital en la cadena de Su bendición.
El apóstol Pablo, en tres ocasiones distintas entre su tercer viaje misionero y su viaje a Roma, se paró frente a audiencias diferentes y les habló de Cristo (Hechos 22-26). Seis veces estuvo parado solo. Seis veces se dirigió a no creyentes, siendo muchos de ellos hostiles y maleducados. ¿Sabe cuál método usó Pablo en cada una de esas
oportunidades? Su testimonio personal.
Cada vez que habló, simplemente compartió cómo su vida había sido cambiada cuando fue invadida por Cristo y cuando Su poder estableció residencia en él. Ni una sola vez discutió o debatió con ellos. Ni una sola vez predicó un sermón. ¿Por qué? Porque un argumento del cristianismo que es de lo más convincente y difícil de contradecir, en todo el mundo, es la experiencia personal que alguien ha tenido con el Señor Jesucristo. Ninguna técnica persuasiva podrá desplazar a su testimonio personal del lugar que ocupa. Lo desafío a considerar seriamente dedicar tiempo a una reflexión sobre la manera en que Dios le salvó y sobre cómo contarle a otros, incluyendo los resultados emocionantes de tener la presencia de Él en su vida.
Créalo o no, su testimonio personal es una de las herramientas más poderosas y motivadoras que Dios le ha dado para alcanzar a los no creyentes con el evangelio. Ahora, no estoy hablando acerca del tipo de «jactamonio» eclesial, tan común y generalizado. Todos hemos bostezado y lamentado al escuchar a otros deambular y predicar a través de un supuesto testimonio—el que era tan fresco, motivador y sabroso como lo sería una lechuga tibia que ha estado expuesta a temperatura de ambiente por un mes.
¡Esa clase de testimonio nunca ha atraído a nadie!
Quisiera ayudarle a llevar a cabo el proyecto de preparar su testimonio, para que se convierta en un misil poderoso y efectivo que sea lanzado de manera regular desde sus labios a los oídos de los inconversos. Considere estas cinco sugerencias:
- Usted desea que lo escuchen, por lo que hágalo interesante. Nadie, no importa cuán misericordioso sea, disfruta que lo aburran. Es una contradicción hablar de lo realmente emocionante que es Cristo, y hacerlo de una manera poco interesante. Trabaje en las palabras que usará, el fluir de sus pensamientos y sus palabras clave. Recuerde, la persona no es salva, por lo que evite las típicas frases religiosas y la terminología difícil de entender.
- Usted desea que le entiendan, por lo que sea lógico. Cuando considere su salvación, le sugiero que piense en términos de tres fases. . . y construya su testimonio teniéndolos en cuenta: (a) antes de que nació de nuevo —la soledad, la falta de paz, la ausencia de amor, la inquietud y los temores; (b) la decisión que revolucionó su vida y (c) el cambio, la diferencia que Cristo ha hecho en su vida desde que usted lo recibió.
- Usted desea ser claro en cuanto al momento en que nació de nuevo, por lo que sea específico. Sea extremadamente cuidadoso con esto. No sea por nada poco claro sobre cómo llegó a ser un cristiano. Hable de Cristo, no de la iglesia. Haga referencia a la decisión que tomó, el momento preciso en que usted recibió al Señor. Sea simple y directo. Ponga el énfasis en la fe más que en los sentimientos.
- Usted desea que su testimonio sea usado, por lo que sea práctico. Al hablar, hágalo de manera humana y honesta. No prometa que «todos sus problemas se acabarán si usted se convierte en cristiano», porque eso no es cierto. Al hablar, trate de pensar como lo haría un inconverso. Determine no dedicarse a partir pelos teológicos. No se permita arrancarles las alas a las moscas religiosas. Los asuntos teóricos no le llamarán tanto la atención a él o ella como lo hará la realidad práctica.
- Usted desea que su testimonio produzca resultados, por lo que sea cálido y genuino. Una sonrisa derriba más barreras que los martillazos de los datos fríos y concretos. Sea amigable y sincero. Deje que su entusiasmo fluya libremente. Es difícil convencer a otra persona de que conocer a Cristo es una inmensa alegría y algo maravilloso, si usted lleva puesta una cara como la del alcaide de una cárcel. Por sobre todo lo demás, sea positivo y cortés.
Piense sobre estas cosas, mi amigo. Pídale a Dios que abra sus labios y que conceda honor a sus palabras. . . pero ¡tenga cuidado! Una vez que su misil dé en el blanco, usted se volverá totalmente insatisfecho con lo que su vida terrenal era antes, como un santo en el servicio secreto.
Lea Lucas 8:26-39 y trate de percibir cómo este hombre se tuvo que haber sentido después que el Señor lo liberó. Después, piense en tres cambios específicos e importantes que Cristo ha cumplido en su vida al usted hacerse creyente (estos pueden ser parte de su testimonio hablado que comparte con no creyentes). Finalmente, si usted sabe que su testimonio necesita escribirlo, aparte tiempo para hacerlo ahora y ponga esa fecha en su calendario.
Tomado de Come Before Winter and Share My Hope, Copyright © 1985, 1988, 1994 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente. Usado con permiso.