Al estar preparando a los Doce para una vida de servicio a los demás, Cristo prometió una recompensa eterna aún por darle a alguien un vaso de agua fresca.

Si reciben a un profeta como a alguien que habla de parte de Dios, recibirán la misma recompensa que un profeta. Y, si reciben a un justo debido a su justicia, recibirán una recompensa similar a la de él. Y si le dan siquiera un vaso de agua fresca a uno de mis seguidores más insignificantes, les aseguro que recibirán una recompensa. (Mateo 10:41-42, NTV)

Estas palabras nos dicen que el «perfeccionamiento de nuestro servicio» comienza con las cosas pequeñas. Comienza con atenciones: un abrazo de comprensión para aquél que está dolido, una breve nota a aquél que está solo y se siente olvidado y poco apreciado, un vaso de agua fresca para aquél cuyos labios están secos por el viento caliente del árido desierto cuando todo parece estéril y sin valor.

Dios nota especialmente todos estos esfuerzos.

Estas palabras toman un nuevo significado cuando leemos ese pasaje familiar de Mateo 25, donde Jesús dice:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado por todos los ángeles, entonces se sentará sobre su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán en su presencia, y él separará a la gente como un pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: «Vengan, ustedes, que son benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Pues tuve hambre, y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar.
Entonces esas personas justas responderán: «Señor, ¿en qué momento te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos algo de beber, o te vimos como extranjero y te brindamos hospitalidad, o te vimos desnudo y te dimos ropa, o te vimos enfermo o en prisión, y te visitamos?»
Y el Rey dirá: «Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de estos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a mí!». (Mateo 25:31-40, NTV)

Esta escena tomará lugar después de esta vida. El Juez otorgará Sus recompensas. Los siervos que las recibirán vivieron tan desinteresadamente que ni siquiera recordarán sus buenos hechos.

¡Pero a nuestro Señor no se le olvidan!