Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6)

Proverbios 22:6 es probablemente el pasaje más conocido en cuanto a la crianza de los hijos y, de manera irónica, el más malentendido. Una interpretación clásica de este proverbio dice algo como esto:

Asegúrate de que tus hijos asisten con regularidad al estudio bíblico y a la iglesia. Enseña a tus hijos para que sepan y obedezcan los Diez Mandamientos; enséñales a orar antes de las comidas, al irse a la cama, y en emergencias. Y asegúrate de alimentarles con una dieta continua de versículos bíblicos. Haz esto temprano porque, ¡cuidado! la rebelión de adolescentes, en donde ellos sembrarán mucha cizaña, los desviará en su jornada espiritual. Cuando su aventura se acabe, volverán a Dios. Puedes contar con esto, porque este versículo tiene la promesa de Dios al respecto.

La interpretación clásica tiene dos strikes en su contra. Primero, hace a un lado las muy coloridas e intrincadas imágenes verbales que usa el poeta hebreo. Segundo, no es cierto en la experiencia. Algunos jóvenes se han rebelado y vuelto, pero otros nunca vuelven, escogiendo más bien seguir en pecado hasta la tumba.

Otra interpretación dice que los padres tienen dos opciones que presentar a sus hijos: la senda justa, sabia, o la senda destructiva y necia. Si se los envía por el camino justo disfrutarán de una vida larga, justa. Esto no es exactamente consejo sabio; ni tampoco muy útil. La sabiduría por lo general ofrece perspectiva que es menos obvia.

Una mejor interpretación de este versículo empieza con un aprecio de la complejidad con que el poeta usa el hebreo. Estos dos versos, de pocas palabras, y sencillos, están repletos de alusión y metáfora poéticas, conllevando sabiduría práctica y consoladora que ningún padre puede el lujo de perdérsela. Lo más importante de estas lecciones se puede hallar en dos expresiones.

Instruye

La palabra hebrea que se traduce “instruye” quiere decir “dedicar,” o “consagrar.” Se la usa sólo cuatro veces en el Antiguo Testamento, tres veces en referencia a la dedicación de un edificio, y una vez en referencia a un niño, en Proverbios 22:6. En varios de los lenguajes semitas brota de un término relativo al paladar o a las encías. Un verbo árabe, muy próximo a esta palabra, describe la costumbre de la partera de mojar su dedo en jugo de dátiles exprimidos a fin de masajear el paladar y encías del recién nacido. Esto estimula el instinto del bebé a chupar, de manera que se le pueda dar de lactar lo más pronto posible. En otras palabras, estimula las encías del bebé a fin de promover el comportamiento que beneficiará al niño. Con destreza y sabiduría utiliza el instinto natural del bebé para guiarle a lo que es mejor para él mismo.

La mejor instrucción paterna se logra cuando optamos por la inspiración en vez de la coacción. Hacemos esto al descubrir los deseos naturales y capacidades singulares del niño o niña, y promoviendo la conducta que le permita desarrollarse según eso.

Esto no quiere decir que meramente permitimos que los niños hagan lo que se les antoja, o que debamos evadir la corrección. Un término muy parecido tiene que ver con el entrenamiento de un caballo. La imagen es la del freno del caballo, que subyuga al caballo con el propósito de dirigir sus energías naturales sin dañar su espíritu. Nótese, sin embargo, que el freno no es un yugo. Sólo el que no sabe pone una cuerda en la boca del caballo para dominarlo. Los jinetes de experiencia saben que el freno del caballo es un punto de contacto en su relación con el animal. Los caballos quieren correr porque Dios les dio el deseo de cumplir el propósito para el que fueron creados. Un jinete sabio, y cuidadoso, usa el freno y las riendas para ayudar a que el caballo realice su propósito con seguridad y eficiencia.

El término hebreo combina las ideas de “dedicar,” “boca,” “someter,” y “dar experiencia.”

En su camino

Esta es probablemente la expresión más debatida del proverbio. El hebreo es muy sencillo: “de acuerdo a su camino” o, incluso más textualmente, “en la boca de su camino” (allí está la imagen de la boca de nuevo), pero traducirlo tal vez no sea tan sencillo. Como ya se dijo arriba, algunos aducen que el libro de Proverbios sugiere sólo dos caminos en que la persona puede ir: el camino del sabio y el camino del necio. En un sentido muy amplio, tienen razón. Pero el uso diestro del lenguaje por parte del escritor nos dice que su consejo va mucho más allá de lo obvio.

La palabra hebrea clave en la frase es la que se traduce “camino.” Puede referirse a un camino literal, como una carretera, o puede ser menos literal y referirse a la manera en que algo actúa, como por ejemplo en Proverbios 30:18-19:

Tres cosas me son ocultas;
Aun tampoco sé la cuarta:

El rastro del águila en el aire;
El rastro de la culebra sobre la peña;
El rastro de la nave en medio del mar;
Y el rastro del hombre en la doncella.

Aquí la palabra hebrea se traduce “rastro,” y se refiere a una manera característica. Debemos instruir al hijo de acuerdo a su manera característica. Algunos se inclinan por lo artístico, otros por lo atlético y otros por lo académico. Algunos tienen voluntad fuerte y otros son más sumisos. A un hijo se le puede animar con recompensas o reconocimiento, en tanto que a otro eso no puede importarle menos.

Mire la riqueza de imágenes y sabiduría que se empaca en un solo proverbio. “Instruir” exige una relación en la cual el padre y el hijo se dedican a un propósito compartido, con todos los privilegios y responsabilidades que lo acompañan. El padre halla maneras de animar una conducta que alegra a todos y satisface las necesidades más hondas del hijo o hija. Incluye guiar un espíritu indómito a fin de darle propósito y dirección.

Recibimos a cada hijo o hija de la mano de Dios, no como un trozo maleable de barro para moldearlo como se nos antoje, sino como una persona singular, distinta, con un destino. Hacemos honor a la creación de Dios de este individuo único en su clase, al adaptar nuestra instrucción a su manera característica. Luchar en contra de eso es luchar contra la creación de Dios.

Más bien, estudie a su hijo cultivando una relación íntima con él. Ayude a cada hijo o hija a descubrir su camino, la senda para seguir la cual fue creado. Entonces pídale a Dios que le ayude a aprovechar al máximo las tendencias naturales de su hijo, de modo que él pueda vivir en armonía con el diseño de Dios. Y cuando venga la madurez, el éxito de ese hijo o hija será un legado que pueden disfrutar juntos.