Siete días después de nuestra primera cita, estaba convencido de que Cynthia era la chica de mis «sueños», así que le pedí matrimonio. Aunque solo tenía 16 años y seguía en la escuela secundaria, Cynthia dijo que sí. Unos 18 meses después, el 18 de junio de 1955, dijimos: «sí, quiero». Comenzamos nuestro camino juntos a los 18 y 20 años, camino que ya llevamos recorriendo ya siete décadas.

Mirando hacia atrás, Cynthia y yo suspiramos y a veces sonreímos. Al contrario de lo que opinan muchos, no hemos estado protegidos de las corrientes duras de la vida. Y para hacer las cosas más difíciles, ninguno de los dos hemos hecho fácil la convivencia. Nuestro jardín del matrimonio ha cruzado los extremos, desde sobrevivir a prosperar, pero lo hemos logrado por dos razones: la gracia inquebrantable de Dios y nuestro compromiso irrompible.

Mantener un matrimonio a flote no es tarea fácil. Hacer que prospere es aún más difícil. Afortunadamente, Dios ha llenado Su Palabra con principios que llenan de vida nuestra unión. Cynthia y yo hemos dedicado tiempo para encontrar dichos principios, y los hemos aplicado con frecuencia.
Veamos a varios de ellos en Génesis 2:24-25

«Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban».

Estos dos versículos contienen cuatro principios esenciales que mantienen un matrimonio unido. Cada matrimonio sólido que conozco cumple con los cuatro, y cada pareja con problemas que he aconsejado tiene al menos un principio distorsionado o simplemente es inexistente en su matrimonio. Para simplificar, he reducido cada principio a una palabra:

SEPARACIÓN Este principio viene de la frase «por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre» (2:24). Separación significa que el hombre y la mujer cambian su lealtad primaria y empiezan a mirarse el uno al otro. Esto no quiere decir que la pareja no puede o debe aceptar ayuda de los padres. Ni tampoco quiere decir que deben de ignorar, ni olvidar, ¡ni tratarlos con frialdad!

La separación significa que los padres ya no son quienes suplen las necesidades del nuevo esposo y la nueva esposa, sino que a partir de ahora se tienen el uno al otro y ponen al otro en primer lugar. A menos que ambos «dejen» a sus familias, su matrimonio no podrá tener éxito.

PERMANENCIA La palabra hebrea para «unirse» en el versículo 24 me recuerda al pegamento de carpintería. Este pegamento une a dos piezas de madera tan permanente que, si se trata de separarlos, la madera se fragmenta y se parte antes de romper lo que los une. Rut usó la misma palabra cuando prometió su devoción a Noemí.

Unidos describe lealtad absoluta, afecto, amor incuestionable. No estoy hablando de una codependencia. Estoy hablando de dos personas sanas y fuertes a nivel emocional que eligen seguir juntos sin importar lo que ocurra. Jesús lo llevó un paso más allá que Moisés: «Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre» (Marcos 10:9, NIV).

¿Qué tal si usted ya está más allá de un primer matrimonio? A lo mejor está pensando: Pastor, usted está hablando de algún otro. Yo ya he pasado más allá de un matrimonio (tal vez varios), y no funcionó. ¡Estas palabras son demasiado tarde para mí! A usted, yo le digo: «Deténgase. Espere. Estamos hablando ahora y a donde usted va desde aquí, y no del pasado. Aplique esto al matrimonio que tiene ahora. Determine que este matrimonio es permanente. Dios lo ha unido, no permita que nada ni nadie los separe».

UNIDAD La palabra que Moisés usa en el versículo 24 para «uno» indica una unidad compleja. No es la fusión de dos personalidades para formar una, sino dos individuos viviendo y trabajando en armonía con valores comunes y metas compartidas. La unidad es diversidad convertida en armonía. Cuando este versículo no se aplica bien, un esposo controla al otro. El que controla no deja que el otro sea él mismo.

Esto es algo que casi arruina nuestro matrimonio. Pasé los primeros 10 años con Cynthia esperando que fuera una versión femenina de mi persona. Finalmente, me hizo ver lo que estaba haciendo, y pasamos los próximos cuatro años trabajando más duro que nunca como pareja. ¿Cuál fue el resultado? Descubrí a una mujer en Cynthia que nunca había conocido antes, una que inspiraba respeto en mí. Empecé a buscar nuevas maneras para afirmarla y honrarla. No sabía lo que me había estado perdiendo todo ese tiempo. Una vez que aprendí a hacer eso, pudimos ser compañeros de verdad.

INTIMIDAD Cuando el jardín del matrimonio está en flor, el marido y la mujer disfrutan de un conocimiento exclusivo y privilegiado del uno y del otro. La intimidad es el gran premio, la recompensa por todo el esfuerzo que invertimos en el matrimonio. El hombre y la mujer en Génesis estaban desnudos y no sentían vergüenza. Tampoco pensaban en cubrirse con nada porque no tenían vergüenza o miedo del ridículo o complejos, ni tampoco sentían dolor emocional de una relación abusiva anterior o de haber tomado malas decisiones en el pasado.

Piénselo, cada uno estaba centrado completamente en el deleite y el placer del otro. Disfrutaban de una intimidad libre y desinhibida del interés propio. La unión sexual debe haber sido más placentera de lo que podamos imaginar.

Ahora, déjeme que le advierta de que Satanás es totalmente consciente de la necesidad de estos principios bíblicos y hará lo que tenga que hacer para sacar estos principios de su matrimonio. En esta edición de Vivencias hablamos de un veneno mortal que está matando innumerables matrimonios cristianos hoy en día: la pornografía. Hablamos de este tema porque creemos que hay sanidad y esperanza. Le pido que lea con atención y, si es necesario, que pida ayuda. Tome medidas para protegerse a sí mismo y a su familia, y tome un tiempo para reflexionar en qué otros métodos puede estar usando el enemigo para separarle a usted y a su compañero de vida.

Dios es el jardinero maestro cuyo deseo es que todos los matrimonios florezcan, pero debemos estar dispuestos a quitar las malas hierbas. Haga el trabajo necesario. Cynthia y yo queremos que usted tenga lo que Dios nos ha dado a través de Su gracia y de nuestro compromiso: un matrimonio que florece.