A principios de 1900, comenzó una tradición en Norte América que nos enseñó a ponernos flores para honrar a nuestras madres el día de la madre: rojas si está viva y blancas si ha fallecido. Además, en este día, las iglesias honran a las madres en la congregación pidiéndoles que se pongan en pie o dándoles flores para mostrar nuestro amor y gratitud. ¡No hay día del año en que los floristas estén más ocupados que este día!

Pero el día de la madre trae consigo una combinación de emociones.

Para algunas de nosotras, los recuerdos de nuestras madres no son muy buenos o quizás nuestros hijos podrían decir lo mismo. Si nuestra identidad se encuentra en cualquiera de estos extremos, tenemos un problema.

Para otras de nosotras, cuando la mitad de la congregación se levanta para recibir las flores ese domingo, algunas nos quedamos sentadas con brazos y corazones vacíos. Por la razón que sea, Dios no nos ha concedido este regalo deseado y, en ese momento, esta aparente injusticia pesa con fuerza.

Sabemos de un par de ocasiones en que Jesús pudo haber conmemorado el día de la madre. En una ocasión cuando estaba predicando, una mujer de la multitud soltó una bendición sobre Su madre, momento perfecto para que Jesús honre a Su madre. Pero en lugar de eso, Jesús señaló otra razón para celebrar. «Pero aún más bendito es todo el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica» (Lucas 11:28).

En esta frase, Jesús redefinió las razones por las que honramos a las mujeres y lo cambió todo para todas nosotras.

El papel de la madre es un regalo de Dios, una gran responsabilidad de influencia y, para muchas, la mejor oportunidad de mostrar el amor y cuidado de Dios a toda una generación. Pero toda mujer, sea por biología o por ejemplo, tiene la responsabilidad de dar fruto y multiplicar avanzando los propósitos de Dios en las vidas de los demás. Algo que puede estar fuera de las posibilidades de algunas a nivel físico, puede redimirse si todas vivimos y respiramos la Palabra de Dios en nuestros círculos de influencia.

Quien usted es en Cristo no está determinado por un papel que juega en su vida. Tampoco es la suma total de lo que otros dicen sobre usted, sean cosas buenas o malas. Usted es quien Dios dice que es. Usted es Suya. Usted ha sido redimida con el fin de mostrar al mundo a Cristo. Usted es rescatada, perdonada y amada. Dios dice que usted es bendita cuando vive de esta manera. Suba bien alto ese ramo de flores, damas, ustedes le pertenecen a Jesús.

Recuerde quién es usted

Yo soy Su. . .

Amada (Cantares 2:16)
Carta (2 Corintios 3:2)
Hija (1 Juan 3:17)
Deleite (Sofonías 3:17)
Obra maestra (Efesios 2:10)

Él es mi. . .

Pastor (Salmos 23:1)
Fortaleza (Salmos 18:2)
Ayuda (Juan 14:16-17)
Vida (Colosenses 3:4)
Luz (Salmos 27:1)

Tomado de la revista Women in the life of Jesus [Mujeres en la vida de Jesús]. Copyright @ 2011 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.