Proverbios 9, 10, 16, 19, 21
Algunas personas se incomodan al pensar que Dios tiene soberanía total. Seamos realistas: nos gusta nuestra autonomía, nos gusta tomar nuestras propias decisiones. No obstante, los hombres sabios de Israel escribieron bajo la dirección del Espíritu Santo y afirmaron la autoridad total de Dios para administrar el mundo como a Él le place y sin importarle la voluntad humana.
Como una corriente de agua es el corazón del rey en la mano del Señor, quien lo conduce a todo lo que quiere (Proverbios 21:1).
Esta es una copla comparativa. La mayoría de estas coplas terminan con una comparación y así se quedan, pero este proverbio concluye con una oración que ofrece al lector un principio eterno. Observe la comparación: «Como una corriente de agua es el corazón del rey en la mano del Señor». En el original hebreo, la frase «como una corriente de agua» se refiere a esas zanjas pequeñas de irrigación que salen de un depósito de agua y se dirigen hasta las tierras áridas que las necesitan. En otras palabras, «como canales de irrigación que llevan agua así es el corazón del rey en la mano del Señor». Y ¿qué significa esto? El corazón del rey, su ser, aquella parte interna con la que toma decisiones, expresa y comunica políticas, edictos y leyes. Como resultado, aparenta tener control, pero desde el principio hasta el final, la mano soberana del Señor está trabajando de manera silenciosa y soberana.
La doctrina de la soberanía divina se mantiene como una de las controversias teológicas más grandes y ha polarizado a muchos eruditos. Algunos teólogos catalogan la idea de la soberanía divina como «fatalismo», es decir, como una perspectiva donde todas las criaturas siguen un guion prescrito, moviéndose como robots por la vida con la ilusión de que pueden elegir. Toman la doctrina de la soberanía divina hasta extremos exagerados y desechan toda viabilidad de libertad humana, sugiriendo que cualquier forma de autonomía humana transige la soberanía de Dios.
Ciertamente, la Biblia afirma ambas cosas, la soberanía de Dios y la responsabilidad de los individuos para tomar decisiones sabias.
Una vez, le preguntaron C. H. Spurgeon si podía conciliar esos dos principios. Él respondió: «No lo intento. Los amigos no necesitan reconciliación»
Claro que Dios puede alterar las motivaciones de un individuo que quiere rebelarse y no hay duda de que Él ha dirigido los corazones de los reyes en todas las épocas: Faraón (Éxodos 10: l, 2), Tiglat Pileser (Isaías10:5-7), Ciro (Isaías 45:1-6) y Atarjerjes (Esdras 7:21; Nehemías 2:1-8).
Sin embargo, Dios no usurpa la voluntad humana. Todas las actividades y los eventos se mantienen bajo el control absoluto y soberano de Dios, pero Él nos concede varios tipos de libertad para elegir nuestro sendero. La Biblia afirma la soberanía de Dios por encima de las minucias de la vida, no obstante, las Escrituras, especialmente el libro de Proverbios, continuamente apelan a nuestra voluntad, pidiéndonos que tomemos decisiones sabias.
Al final, a pesar de cuál sea su perspectiva sobre la soberanía divina y la responsabilidad humana, puede contar con esto: cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas delante de Dios por sus decisiones y aceptar las consecuencias de las elecciones realizadas. En este aspecto de la soberanía de Dios, no hay debate ni duda.
Reflexión: Dios es el Rey y Juez, pero nos concede la capacidad de tomar elecciones responsables. ¿Cómo ve su libertad en relación con la soberanía de Dios? ¿De qué forma la realidad de la soberanía de Dios afecta la forma en que toma decisiones? ¿De qué forma la perspectiva de la soberanía de Dios influye en la forma en que ora?
Dios es el Rey y Juez, pero nos concede la capacidad de tomar elecciones responsables.
— Charles R. Swindoll Tweet estoAdaptado del libro, Viviendo los Proverbios (Editorial Mundo Hispano, 2014). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2018 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.