Hechos 23: 11—22

Respóndame, ¿ha sentido alguna vez que la tierra se le mueve debajo de los pies? ¿Sabe lo que es ser lanzado de un lado a otro en una pequeña embarcación en un mar agitado? ¿Ha tenido alguna vez que salir corriendo para protegerse, esquivar las balas o escapar de tropas que avanzan? Increíblemente, algunas personas del mundo pudieran responder ¡sí! a las tres preguntas, pero la mayoría de nosotros sólo podemos imaginar esas escenas.

Sin embargo, todos nosotros tarde o temprano enfrentaremos la realidad de sentir como si nuestra vida estuviera dando vueltas fuera de control. Eso pudiera estar sucediendo con usted hoy mismo, y si no se pone atención, el temor seguirá creciendo y le paralizará hasta el punto de la desesperación. Si se descuida, pasará sus días retorciéndose las manos nerviosamente y obsesionado por sus circunstancias atenazadoras. Esto hará que usted se concentre en lo que pudiera pasar, en vez de hacerlo en lo que Dios ha prometido.

Eso no sucedía con Pablo. Él sabía lo que era la soberanía de Dios. Esa comprensión le permitía pensar con claridad y permanecer calmado en las crisis. Esa clase de calma que produce la claridad de pensamiento está arraigada en las promesas de la Palabra de Dios. Tomemos, por ejemplo la promesa del Salmo 46: «Dios es nuestro ampro y nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por eso no temeremos aunque la tierra tiemble, aunque los montes se derrumben en el corazón del mar, aunque sus aguas rujan y echen espuma, y se estremezcan los montes por su braveza» (Salmo 46:1-3).

Al igual que Pablo, nosotros necesitamos aprender a pensar con claridad, aunque los fundamentos de la tierra se muevan bajo nuestros pies. Para eso se necesita un corazón que esté dispuesto a confiar en la Palabra de Dios, someterse al plan de Él y luego relajarse de manera deliberada y consciente.

Si el Señor pudo mover a 472 guardaespaldas terrenales para llevar a Pablo de Jerusalén a Cesarea, con toda seguridad y tranquilidad, tampoco tendrá problema en llevarlo a usted de aquí adonde Él quiere que esté, con seguridad y tranquilidad. Después de todo, ¿cuántos ángeles hay?

A propósito, cuando usted piense con claridad en esto, se dará cuenta de que solo necesita uno.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.