2 Pedro 1:5-7
Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. 2 Pedro 1:5-7
PADRE, GRACIAS por las cualidades de carácter que son parte vital de nuestra vida cristiana. Aun cuando poseemos pocas de las marcas de la madurez que Pedro escribió en el pasaje anterior, agradecemos que nos las recuerdes. Muchas veces te hemos pedido ayuda en esas áreas. Tú has escuchado nuestro ruego en muchas ocasiones. Y para ser sinceros, lo seguirás escuchando. Deseamos ser como Tu Hijo Jesús, que ejemplificó cada una de esas marcas de madurez a la perfección aun en su parte humana. Deseamos crecer en madurez espiritual, pero la jornada cuesta arriba toma mucho tiempo. Confesamos que a veces parece interminable.
Gracias por la promesa de que el Espíritu Santo estará con nosotros durante todo el camino. Necesitamos desesperadamente su empoderamiento para seguir caminando y creciendo. . . hasta que seamos como Jesús. . . enteramente conformados a su imagen.
Te pedimos, Padre celestial, que nos des esperanza a pesar de nuestra inmadurez. Ayúdanos en nuestra incredulidad. Protégenos del desánimo. Al ver la lista que le diste a Pedro—y darnos cuenta de lo mucho que nos falta—recuérdanos también cuanto hemos avanzado, por Tu gracia. Recuérdanos que Tú completarás la buena obra que has comenzado en nosotros. . . hasta el día de Jesucristo. Oramos todo esto en Su nombre incomparable. Amén.
Véase también Juan 14:16-17; Gálatas 5:16; Filipenses 1:6; Hebreos 5:8; 1 Pedro 1:10; 2 Pedro 1:13.
CRECER
Envejecer no es un gran desafío. Lo único que hay que hacer es seguir respirando. No hay que pensar, hacer ejercicios, leer, tomar algún curso especial, viajar o salir de la casa. Lo único que debemos hacer, es existir. Envejecer ocurrirá automáticamente. Créame. Envejeceremos sin ningún esfuerzo.
Madurar, sin embargo es una jornada cuesta arriba. Tenemos que dar todo de nosotros. Para comenzar, no podemos permitir que nuestra actitud tome el control. Si lo hacemos, nos volveremos personas negativas y quejumbrosas. También, nuestro sentido del humor se ahogará entre las malas noticias y las perspectivas prejuiciosas. Encontraremos toda clase de personas de nuestra edad que han optado por tener una cara larga que refleja sospecha, desánimo, monotonía, resentimiento y temor al riesgo. Es más, si realmente nos comprometemos a madurar, tendremos que enfrentar un hecho doloroso: podemos aprender mucho de los que son más jóvenes, hasta de los niños.
Leí un artículo acerca de un maestro que les pidió a sus alumnos de diez años de edad que escribieran sus opiniones sobre los adultos. Cada uno de ellos respondió de manera honesta e interesante. La mayoría de lo que leí se podía resumir en la siguiente frase: Los adultos no hacen lo que les dicen a los niños que deben hacer.
Aprenderemos mucho si pusiéramos atención a la honestidad de esos niños que nos ven como somos, a pesar de la máscara que usamos frente a ellos. Saber escuchar nos hace mejores personas.
¿Les dedicamos tiempo a los más jóvenes? ¿Seguimos aprendiendo y escuchando? Si es así, nos merecemos el título que ellos reservan para los adultos solamente—aunque en nuestro caso esto solo significa ser mayores.
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.