Salmos 137

El compositor del salmo 137 reconoció el sufrimiento de su situación y admitió que Judá había provocado su propio castigo. Pero él no se quedó allí. Miró al pasado para enfocarse en el carácter inmutable de Dios, su fidelidad para cumplir sus promesas, su deseo de dar misericordia en toda oportunidad. Finalmente, mira hacia el horizonte y anticipa el futuro.
Acuérdate, oh, Señor, de los hijos de Edom que en el día de Jerusalén decían: «¡Arrásenla! ¡Arrásenla hasta los cimientos!». Oh, hija de Babilonia, la despojadora: ¡Bienaventurado el que te dé la paga por lo que tú nos hiciste! ¡Bienaventurado el que tome a tus pequeños y los estrelle contra la roca!

No se necesita ser un erudito bíblico para darse cuenta de que estas palabras están llenas de pasión. El escritor habla con ardor acerca de los enemigos de su amada Sion. Menciona a Edom en el versículo 7 y luego a Babilonia en el versículo 8. Su celo patriótico, hace que pronuncie bendiciones sobre aquellos que Dios vaya utilizar para vengarse de sus enemigos por el trato inmisericorde y brutal contra los judíos. La crítica lee esto (especialmente el versículo 9) y ataca el Antiguo Testamento por ese Dios que parece ser excesivamente iracundo. Si usted o yo hubiésemos estado en ese momento de esclavitud, dudo que viésemos la letra del Salmo 137 como algo inconcebible.

Quizás usted recuerde el juicio contra Adolf Eichmann. Uno de los periódicos de los Estados Unidos relató con detalle el juicio. El periodista mencionó a un judío que había perdido sus padres y otros parientes en los horribles campos de concentración nazi. Ese judío se puso de pie abruptamente dentro de la corte y maldijo a Eichmann. La corte le dijo que se sentara y se callara, pero él no lo hizo. Mientras lo escoltaban obligatoriamente fuera de la corte, el judío gritaba: «¡déjeme ponerle las manos encima a ese cerdo nazi… por 60 segundos… déjenme que lo torture con mis propias manos!»

Nadie criticó a ese hombre por expresar esas palabras tan violentas. De hecho, el reportero del periódico expresó su simpatía. ¿Por qué? Porque ese hombre había sufrido una horrible pérdida, sus recuerdos estaban llenos de ira. Él quería justicia.
Note que el salmista no estaba pidiendo un permiso divino para poder vengarse por sí mismo. Él le pide a Dios que haga justicia en aquellos que se comportaron cruelmente con Judá. Según Isaías 13:14-16, los babilonios asesinaron brutalmente a los niños judíos en frente de sus padres. El escritor de esta canción, con ruegos apasionados la concluye con una petición de justicia. Al final de la canción, él acepta que Dios tiene la última palabra.

Afirmando el alma: Piense en algunas consecuencias que usted ha sufrido pero han sido causa de sus propias malas acciones. Haga una pausa para agradecerle al Señor por su misericordia. Él pudo haberlo desaparecido de la tierra, pero le sostuvo. Agradézcale por su gracia. Las consecuencias no lo destruyeron sino más bien le sirvieron de enseñanza.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.