Salmos 62:7-8
En Dios descansan mi salvación y mi gloria; la roca de mi fortaleza, mi refugio, está en Dios. Confiad en él en todo tiempo, oh pueblo; derramad vuestro corazón delante de él; Dios es nuestro refugio. Salmos 62:7-8
PADRE NUESTRO, ESTAMOS AGRADECIDOS por el descanso que encontramos en Cristo. Nuestras almas eran como olas que rompían contra la orilla. Nuestras vidas se encontraban en tumulto, confusión y caos. Pero Tú nos rescataste, nos diste el perdón y el alivio que necesitábamos. Nos presentaste esa palabra de ocho letras que se ha convertido en algo vital para la supervivencia: descanso. Gracias por la paz que acompaña este descanso. Gracias por liberarnos de la preocupación. Gracias por llevar el peso que solíamos cargar en nuestros hombros; por darnos literalmente miles de promesas; por consolarnos.
Padre amoroso, tienes la habilidad de conocer la necesidad de cada corazón, cada preocupación. Hacemos una pausa y te entregamos a Ti esas cosas que plagan nuestras vidas. Te las damos y con ello invitamos al Espíritu de Dios para que prepare el suelo de nuestras almas para la semilla de la Palabra de Dios, queremos que se arraigue en nosotros y con el tiempo produzca esa abundancia espiritual maravillosa.
Te entregamos esos momentos especiales para descansar en Ti. Esperamos que al hacerlo podamos disfrutar de la maravilla de Tu amor y con ello te alabamos. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.
Véase también Génesis 2:2-3; Josué 21:24; Salmo 22:2-3; Eclesiastés 9:11; Hebreos 4:9.
TIEMPO PARA DESCANSAR
Hay más en la vida que solo andar de prisa.
Nunca olvidaré el día en que Cynthia y yo tuvimos que quedarnos en casa porque había nevado. La lluvia alrededor de la costa se había convertido en nieve en las montañas. La temperatura registraba dígitos bajo cero. El viento, afuera de las ventanas, soplaba a más de cuarenta millas por hora. Y por si eso fuera poco, se fue la electricidad.
Sin luz, sin calor y sin teléfono. Lo único que podíamos usar era una chimenea una vieja lámpara de gas Coleman y una linterna. Estuvimos así aproximadamente veinticuatro horas. Los proyectos que íbamos a realizar tuvieron que posponerse. Tuvimos que sentarnos frente a la fogata para calentarnos. Por un rato yo seguía pensando cómo resolver el problema. Finalmente, me di cuenta (después de hablar con mi esposa) que lo que parecía, a primera vista un problema, se había convertido más bien en una bendición. Pudimos conversar profundamente sin la preocupación del tiempo, sin ninguna interrupción y sin ninguna fecha límite. La vida parecía haber hecho una pausa que nos indicaba que debíamos descansar, a pesar de la agenda que teníamos preparada.
La nieve en las ventanas se había congelado y yo miraba las llamas de la hoguera. Recordé en ese momento una frase de Salomón: «No es de los ligeros la carrera» (Eclesiastés 9:11). Claramente era la voluntad soberana del Padre que nosotros dejáramos la prisa y lo que estábamos haciendo para que sencillamente descansáramos. Eso hicimos y debo admitir que me agradó mucho.
Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.