Filipenses 4: 6-7

Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. (Filipenses 4: 6-7)

TODOS EXPERIMENTAMOS APREHENSIÓN, Padre. Aun así, que bueno es recordar que podemos celebrar Tu nombre, Tu obra, Tu poder, Tu carácter todo el día, todos los días, como una forma de presentarnos ante Ti.

Qué bueno es saber que Tu Hijo puede venir en cualquier momento. Queremos estar listos para ese día, Señor. Sin embargo, sabemos que no podemos estar listos para Tu regreso en tanto que la ansiedad viva dentro de nosotros y por eso te pedimos que comiences a hacer una obra en nuestras vidas para quitarnos la preocupación. Es un desperdicio tener que pasar tanto tiempo preocupándonos.

Recuérdanos hoy y en los días futuros que la oración puede desplazar nuestras aprensiones. Que el tiempo contigo pueda convertirse en un momento decisivo, no solo en ese momento, sino en el día; de hecho, en toda nuestra vida, de tal forma que comencemos a darnos cuenta del poder de Tu paz al tranquilizarnos.

Danos la habilidad y la disciplina mental para meditar y poner atención a todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable. En el maravilloso nombre de Cristo, nuestro Salvador, oramos. Amén.

Véase también Salmos 37:5; 55:22, Jeremías 17:8; Mateo 6:26-34

LA APRENSIÓN

La aprensión está en todo lugar. La podemos ver en el aula de clases donde un nuevo maestro intenta relacionarse con sus estudiantes de secundaria. Se encuentra en el escritorio de aquella estudiante de medicina en su último año, al pasarse la noche en vela estudiando para sus exámenes finales. La aprensión inunda al padre que se despide de su hijo en el aeropuerto cuando éste va en una misión del ejército. También se encuentra en aquella madre exhausta que ha sostenido en brazos toda la noche a su enfermo bebé. O dentro del auto mientras una familia se muda hacia un nuevo lugar donde vivir.

Aunque la aprensión no es tan desesperante como la preocupación, puede, en ciertos momentos, sentirse igual. No es lo suficientemente fuerte para causar temor, pero tampoco lo suficientemente débil como para parecer algo gracioso. Es una mezcla de emociones y todos la hemos experimentado alguna vez.

En algunos casos la aprensión nos deja paralizados. Es ese algo indefinido. . . ese sentimiento de incertidumbre. . . de recelo. . . de inquietud.  Se puede decir que lo que la frustración es para el pasado, la aprensión lo es para el futuro.

A decir verdad, la aprensión es evidencia clara de que somos humanos. Pero lamentablemente, es algo que asfixia nuestros sueños colocando una almohada encima de nuestra fe. La aprensión acorta la correa de nuestra visión y nos enseña a rodar y hacerla de «muertito» al silbido de las estadísticas atemorizantes y el chasquido de dedos de los reportes pesimistas.

El apóstol Pablo rehusaba huir cuando la aprensión lo emboscaba. Él reconocía su presencia, pero se mantenía firme con la misma exhortación que le daba a los filipenses: . . . «por nada estéis afanosos» (4:6).

La aprensión es intimidante hasta que la determinación piadosa se levanta y la obliga a bajar la cabeza. Especialmente cuando esa determinación ha sido comisionada por el Rey de reyes.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.