Salmos 46:1-3, 7

Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo…el Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob. —Salmos 46:1-3, 7

 

AQUIETA NUESTROS CORAZONES, QUERIDO PADRE, y al hacerlo recuérdanos que eres soberano—no casi soberano, sino totalmente soberano. Nada ocurre en nuestras vidas que no haya sido planeado por Ti, nuestro Dios eterno. Ayúdanos a ver la verdad del Salmo 46:10 de una manera clara y personal. Pedimos que cómo resultado de estar quietos, descubramos que Tú eres Dios. Y que así podamos echar nuestras preocupaciones sobre Tus hombros, sabiendo que cuidas de nosotros y nos quitas la tensión.

Entregamos nuestras preocupaciones hoy, sean estas grandes o pequeñas, nuevas o constantes. Deseamos experimentar una vida llena de paz saliéndonos de la rutina diaria de vivir bajo la presión. Oramos para que Tu presencia poderosa tome el lugar de la tensión, las demandas, las luchas, y el desorden que nosotros mismos hemos creado. Te pedimos que nos des Tu Shalom—Tu paz—como nunca la hemos experimentado antes. Elegimos deliberadamente confiar y descansar en Ti. Oramos todo esto en el nombre de Jesús. Amén.

Véase también Salmos 34; Proverbios 16:3; Jeremías 17:7; Filipenses 4:19.

 

MANEJAR LA AFLICCIÓN CON CALMA

Sin previo aviso, la adversidad cayó sobre Job como una avalancha de rocas dentadas. Perdió su ganado, sus cultivos, su tierra, sus siervos y hasta sus diez hijos adultos. Después de poco tiempo también perdió su salud. Cierre sus ojos por un momento e identifíquese con ese buen hombre.

El libro que lleva su nombre registra una frase asombrosa: «En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios» (1:22). ¿Cómo pudo manejar la aflicción con tanta calma? Con el riesgo de simplificar la situación, quisiera sugerirle tres respuestas básicas.

Primero, él clamó por la soberanía amorosa de Dios. Él creía que el Señor que le dio lo que tenía también tenía todo el derecho de quitárselo (Job 1:21; 2:10). Él miraba hacia el cielo clamando que su Señor tenía el derecho de reinar en su vida. Para Job, la soberanía de Dios estaba entrelazada con Su amor.

Segundo, él se apoyaba en la promesa de Dios de la resurrección (Job 19:25-26).

Él miraba hacia el futuro, apoyándose en la promesa de Dios de que algún día las cosas serían hermosas en la vida del más allá. Él sabía que en ese momento todo dolor, muerte, sufrimiento, lágrimas y adversidad acabarían.

Tercero, él confesó su propia falta de entendimiento. Eso debería traernos un gran alivio. Job no se sentía con la obligación de explicar el porqué. Él se veía a sí mismo y confesaba su incapacidad de entender las cosas, pero además no se sentía forzado a darles una razón.

Quizás usted está comenzando a sentir que las rocas le caen encima o quizás ya la avalancha le cayó encima. Tal vez no. Tal vez la adversidad puede parecer estar muy lejos de usted. Quiero recordarle que así sentía Job unos minutos antes de que ocurriera.

Mi amigo, le insto a repasar estos pensamientos antes de apagar las luces esta noche…por si acaso.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.