Salmos 23

Al concluir la canción de las ovejas de David, el abandona súbitamente la analogía y considera entonces su propia experiencia acerca de Dios, viéndose asimismo como ambas cosas: un hombre común y corriente que tiene necesidad de un Salvador y un rey que tiene necesidad de la guía divina.

Versículo 5
Ninguna oveja ha comido nunca de una «mesa» literal preparada para ella. De manera abrupta, nos transportamos de los pastos verdes, del valle y de la aspereza de la montaña a una «mesa» en presencia del enemigo. Aun cuando el escenario ha cambiado, David mantiene la misma analogía en mente. La experiencia común de un pastor con su rebaño nos ayudará a entender esto. Le agradezco a Charles W. Slemming por su ayuda con este versículo. Él ha hecho un excelente trabajo mediante sus escritos respecto a los pastores en el Medio Oriente.

En este caso, él habla de un pastor que llega a un nuevo campo donde planea que su rebaño se detenga a comer. El pastor no las deja libres sin antes haber inspeccionado el campo y saber que no hay serpientes subterráneas. Ellas con frecuencia salen de sus hoyos y pican a las ovejas en la nariz. Su mordedura a veces causa una inflamación que puede matar a las ovejas.

El pastor que conoce este peligro, no les permite pasearse en ese campo hasta que lo haya inspeccionado. Él camina para arriba y para abajo buscando esos hoyos pequeños. Una vez que los ha encontrado, saca una botella de aceite de su cinto. Remueve el césped con el cayado y derrama un poco de aceite en los hoyos. Antes de dejar que las ovejas vayan a pastar en este nuevo campo, también les pone aceite en la cabeza. En ese sentido, él las unge (les frota la cabeza) con aceite. Cuando las víboras bajo la superficie sienten la presencia de las ovejas intentan atacarlas pero no pueden hacerlo. La piel de las víboras se resbala con el aceite y se vuelven prisioneras dentro de sus propios hoyos. El aceite de la cabeza de las ovejas también sirve como repelente y en caso de que alguna víbora pueda salirse del hoyo, el olor del aceite la ahuyenta. Por lo tanto, en un sentido muy literal, al verter aceite en los hoyos donde se esconden las víboras, el pastor ha preparado la mesa, o sea la pradera, y las ovejas pueden pastar en abundancia en medio de la presencia del enemigo.

No olvidemos tampoco la expresión: «mi copa está rebosando». Este renglón no se refiere al aceite sino más bien al agua. Una vez más, David recuerda su experiencia en el desierto cuando se encontraba extrayendo agua de un pozo para su rebaño. Cuando no había arroyos, un pastor saciaba la sed de su rebaño al lado de un pozo, algo poco común en los desiertos. Algunos pozos eran muy profundos, quizás tanto como treinta metros de profundidad. Para extraer el agua, el pastor utilizaba una cuerda larga con un balde de cuero al final. Como la cubeta solo podía contener menos de un galón y tenía que ser sacada a mano y luego verter el agua en un cuenco de piedra al lado del pozo, el proceso era largo y laborioso. Si el rebaño era de cien ovejas o más, el pastor podía pasarse dos horas o más si les dejaba tomar todo lo que quisieran. Sólo un pastor considerado y amable saciaría la sed de sus ovejas con un cuenco rebosante.
¡Con que abundancia nos provee el Padre! Efesios 3:20 describe a nuestro Pastor –Dios como Aquel que nos da: «mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos». No nos da poco si no abundantemente.

Me encanta la forma en que Haddon Robinson expresa este concepto:
Para él, el ternero para la celebración siempre es el ternero relleno; la túnica es siempre la mejor túnica; el gozo es inexplicable; y la paz sobrepasa el conocimiento. No hay mezquindad en la bondad de Dios. Él no mide su bondad por gotas como el farmacéutico cuando llena una prescripción. Su bondad nos llega por torrentes. Si sólo reconociéramos la abundancia de sus regalos, ¡qué diferencia haría en nuestras vidas! Si cada comida fuese aceptada como un regalo de su mano, sería casi un sacramento.

Puede Dios darnos una conciencia renovada sobre la gran abundancia que nos provee. Ciertamente, nuestra copa rebosa. ¡La gracia sobreabunda!

Afirmando el alma: Reflexione en su lealtad como miembro del rebaño de Dios, ¿qué se merece? Ahora haga un inventario mental de sus bendiciones, incluyendo sus relaciones, el dinero, las posesiones, su estándar de vida, etc. Dedique unos momentos a expresarle su respuesta Dios en oración.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.