Salmos 23

He descubierto que no hay muchas batallas internas más intensas que las batallas del afán de la incertidumbre. Estoy seguro que también usted ha tenido esas batallas cuando tiene que tomar una decisión sobre el trabajo, una nueva dirección de la vida, el propósito en el dolor, seguridad en el empleo, presiones financieras, discapacidades físicas, conflictos de relaciones y otra gran cantidad de rompecabezas confusos que no pueden resolverse fácil o rápidamente. Es por esas horas oscuras de incertidumbre que David compuso una canción que conocemos como el Salmo 23. Esta breve canción compuesta por un ex pastor de ovejas es de mucha estima para las personas en cada circunstancia de la vida:

El soldado en batalla que teme por su vida o una lesión.
La viuda acongojada frente a una tumba fresca que se pregunta si podrá seguir adelante con su vida.
La persona que se siente culpable y busca perdón y dirección.
El solitario que busca amor y compañía.
El santo que sufre postrado en una cama de dolor.
El destituido y el olvidado.
El deprimido y el que no tiene trabajo.
El prisionero y el perseguido.
El pródigo y el huérfano.

Todos hemos sufrido el afán de la incertidumbre. Cuando las pruebas de la vida nos empujan al límite y nuestros corazones están cargados, este magnífico salmo del pastor nos ofrece consuelo y seguridad, especialmente para aquellos que se sienten lejos de la presencia continua de Dios.

Debido a la popularidad de esta canción y de las muchas verdades escondidas en ella, vamos a dedicarle más tiempo a analizarlo. Por lo tanto, he decidido no escribir un bosquejo formal. Más bien, consideraremos la analogía de la oveja con respecto a los hijos de Dios, el tema de la provisión constante de nuestro Señor y Pastor y una explicación de cada versículo.

Así que entonces, comencemos con la analogía central de la canción de David. El Salmo 23 es una canción de angustia de parte de una oveja asustada como si estuviera considerando su relación con su pastor y registrando allí mismo sus experiencias. Considere algunas de las similitudes que hay entre una oveja indefensa y los débiles hijos de Dios:

  1. Una oveja no tiene sentido de dirección. A diferencia de los gatos y los perros, las ovejas se pierden muy fácilmente, aunque se encuentren en el ambiente familiar de su propio territorio. Lo mismo le ocurre a los creyentes, no podemos guiarnos a nosotros mismos. Debemos confiar completamente en la Palabra de Dios y en la voz de nuestro Pastor y Salvador.
  2. Una oveja prácticamente es indefensa. La mayoría de los animales tienen medios eficaces de defensa: garras afiladas, dientes, velocidad, capacidad para esconderse, olores peculiares, la vista o el oído, una gran fortaleza, ferocidad etc. Pero las ovejas son débiles, ignorantes y despistadas; tienen piernas torcidas y pezuñas diminutas.  Por demás, son lentas y ni siquiera tienen un gruñido feroz. ¡Son indefensas! La única protección para una oveja es un pastor vigilante. Lo mismo pasa con el creyente, al que se le amonesta para que sea fuerte «en el Señor» (Efesios 6: 10).
  3. Las ovejas se asustan con facilidad. Las ovejas son ignorantes, tienen poca estatura y como conocen sus debilidades se consuelan estando en la presencia del pastor y escuchando sus canciones en la noche. El salmo 27: 1 también se refiere a este tipo de relación que tenemos con Dios.
  4. Las ovejas por naturaleza se ensucian fácilmente. Existen otros animales que se lamen, se rascan o ruedan en el pasto para limpiarse, pero eso no sucede con las ovejas. Ellas se mantienen sucias indefinidamente a menos que el pastor las limpie. Nosotros también por naturaleza nos ensuciamos. Si no fuera por la limpieza del tierno Pastor (1 Juan 1: 7-9) nos mantendríamos sucios perpetuamente.
  5. Las ovejas no pueden encontrar alimento o agua. Aun cuando la mayoría de los animales tienen un sentido agudo de olfato, las ovejas comen hierbas venenosas y mueren. Y cuando eso le sucede a una, las otras hacen lo mismo. Una vez más, los hijos de Dios son igualmente dependientes.
  6. La lana de la oveja no le pertenece a la oveja. Aunque es la oveja la que produce la lana, el pastor es el dueño de su lana. Toda la producción espiritual de buena fe en la vida de un cristiano le pertenece al Señor. El Señor, por medio del Espíritu Santo, le provee esa producción al creyente. De todas y en todas maneras ciertamente: «Pueblo suyo somos y ovejas de su prado» (Salmo 100: 3).

Afirmando el alma: Son muy pocas las personas en las culturas urbanas del siglo veintiuno que tienen alguna experiencia con ovejas. Para que pueda aprovechar mejor esa ilustración que Dios utiliza, localice algún material educativo tales como libros, videos, recursos en la Internet, etc. y aprenda todo lo que pueda acerca del cuidado de las ovejas. No obstante, quiero prevenirle que no es una analogía atractiva.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.