Lucas 18:31-34; 19:45-48
Era martes.
Dos días antes Jesús había entrado en Jerusalén montado en un burro, aclamado por los gritos de «¡Hosanna!»
Dos días más tarde Jesús sería «capturado», juzgado absurdamente, torturado y luego sacrificado al día siguiente ante los gritos de «¡Crucifícale!»
Era un tiempo confuso.
Pero no para Jesús. Él estaba resuelto en Su misión como nunca. Había venido para morir como pago santo por el pecado de la humanidad; y nada lo detendría.
Los discípulos escucharon con pánico aturdido a Jesús hablar de Su muerte próxima. ¿Qué? Ellos habían esperado reinar junto a este Rey que venía, que ya había llegado. Pensaban que serían los que servirían en Su reino. Por eso dejaron sus redes para seguirlo. Incluso dejaron oficinas jurídicas exitosas y negocios de impuestos. Él era el que conquistaría al enemigo. Pero ahora Él decía que sería entregado al enemigo; y después de que lo flagelaran, Jesús dijo, lo matarían. Luego al tercer día, Jesús dijo, resucitaría.
Los discípulos no entendían nada de esto.
El plan simplemente no estaba desenvolviéndose como ellos habían esperado. Oyeron Sus palabras, conocían al Verbo, pero simplemente no podían unirlo todo. Sabían quién era Él. Su búsqueda había terminado. Habían hallado a Aquél. Pero ahora Sus palabras no tenían sentido.
Los funcionarios religiosos también estaban confusos. Por tres años y medio Jesús había sido una espina en su zapato. ¿Él, Mesías? Ni en sueños. ¡No queremos que este hombre gobierne sobre nosotros!
Desde su perspectiva, era necesario eliminar permanentemente a Jesús antes de que incite al pueblo a rebelarse. Pero hoy, martes, retrocedieron, por miedo a la multitud. Las acciones de Jesús el domingo y el lunes no les habían dejado otra salida. La conspiración entró en la recta final; necesitaban atraparlo antes de que tratara de escaparse.
Pero Jesús no intentaría escapar de Jerusalén. Valientemente se puso en el camino de ellos. Era Su senda de obediencia.
Adaptado del libro, Sunday to Sunday (Domingo a Domingo). Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.