Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón:
—Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar.
—Maestro—respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré las redes nuevamente. Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces ¡que comenzaron a romperse! Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse.
Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo:
—Señor, por favor, aléjate de mí; soy un hombre tan pecador. Pues estaba muy asombrado por la cantidad de peces que habían sacado, al igual que los otros que estaban con él. Sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados.
Jesús respondió a Simón:
—¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas! Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús. (Lucas 5:4–11)
¿Por qué deberíamos estar dispuestos a dejarlo todo y seguir a Jesús? ¿Y qué pasa si lo hacemos? Se me ocurren al menos seis razones:
- Jesús no ministra a las personas solo. Podría hacerlo, pero decide no hacerlo así. Podría haber remado esa barca Él solo. Podría haber echado las redes Él solo. Podría haber retirado la red llena de peces. Pero en lugar de eso, pidió a los discípulos que lo hicieran. Y dijo específicamente: «¡De ahora en adelante, pescarás personas!».
- Jesús usa lo familiar para hacer lo increíble. Se acercó a su terreno (el lago, la barca), a su lugar de trabajo (la pesca) e hizo que usaran las habilidades que poseían (las redes). En un contexto conocido, les hizo ver lo imposible.
- Jesús nos mueve de la seguridad de lo conocido a los riesgos de lo desconocido. Los llevó «a las aguas más profundas» donde nadie podía dar pie en el fondo antes de decirles: «echa tus redes para pescar». No hay nada espectacular que ocurra en las aguas superficiales.
- Jesús demuestra el potencial que hay al romper nuestras redes y llenar nuestra barca. Cuando la mano de Dios está en una situación, las redes se rompen, las tablas de la cubierta gimen y las barcas casi se hunden. Es Su forma de poner a la vista el potencial.
- Jesús oculta Sus sorpresas hasta que seguimos Su dirección. Todo parecía normal en la superficie. Las barcas no tenían un halo, las redes no les dieron un hormigueo al tocarlas, el agua del lago no brillaba, ni tampoco había un coro de ángeles en el cielo. No. La sorpresa divina llegó solo después de que echaran las redes. Recuerde, no fue hasta que él siguió las instrucciones de Jesús que Pedro cambió «Maestro» por «Señor».
- Jesús revela Su objetivo a los que dejan a un lago su sentido de seguridad. Él sabía la disposición que tenían, pero no fue hasta después que les dijo que estarían pescando a personas. Y adivine qué, ¡aceptaron la oportunidad!
Tomado de Day by Day with Charles Swindoll por Charles R. Swindoll. Copyright © 2000 por Charles R. Swindoll, Inc. Usado con permiso por Thomas Nelson. www.thomasnelson.com