Lucas 9:51; 19:47; Apocalipsis 13:8

La Biblia guarda silencio en cuanto a lo que sucedió el miércoles de la semana final de Jesús. Sin embargo, este hito a media semana distó mucho de ser pacífico. La expectativa, incluso el terror, flotaba pesadamente en el aire alrededor de la vieja ciudad.

Durante esta conmovedora semana festiva, todos buscaban algo. Los religiosos miraban a la Pascua para recordar su liberación de Egipto. Los zelotes buscaban al revolucionario que los dirigiría a la libertad de Roma. Las legiones romanas buscaban a cualquier alborotador entre la multitud. Y todo judío buscaba al Mesías.

Justo pocos días antes, por la entrada que escogió para llegar a la ciudad, Jesús había hecho la declaración clara, intencional, de que Él era el Mesías; en efecto, el prometido, profetizado, ya estaba allí. Sin embargo, a pesar de las señales, pocos entendieron las implicaciones de Su anuncio, y los pocos que las entendieron, rechazaron Su afirmación.

La tensión debe haber sido muy pesada en las calles. Conspiración, susurros penetrantes, ojos que se mueven, enemigos en las sombras . . . se habla de dinero de sangre; y mientras los discípulos se cuidaban las espaldas, los fariseos buscaban una apertura entre la multitud a fin de atrapar a Jesús.

Solo Jesús entendía los sucesos que tendrían lugar este fin de semana, esperados desde antes de la fundación del mundo, profetizados por videntes y profetas. A pesar de las miles de oportunidades para escapar de Jerusalén, Jesús afirmó Su corazón en lo que se lograría allí en los días venideros.

Y todo empezaría mañana.

Adaptado del libro, Sunday to Sunday (Domingo a Domingo). Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.