Gálatas 5:25- 6:2

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros. Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Gálatas 5:25- 6:2

ESTAMOS MUY AGRADECIDOS, PADRE, que, durante nuestro crecimiento espiritual, nos recuerdas la importancia de la mansedumbre. Tu palabra no solo nos instruye en lo que debemos hacer, sino que también nos muestra cómo hacerlo. Recordamos lo que Pablo escribió a los Tesalonicenses diciendo que él los trataba gentilmente como una madre trata a su bebé. Ayúdanos, Padre, para tener esa clase de espíritu manso y gentil, especialmente aquellos que tendemos a ser impacientes con aquellos que no son tan rápidos. . . a ser impacientes con los que son lentos. . . o aquellas personas llenas de salud, pero que tienen falta de compasión. Por los que no son tan fuertes y por aquellos que se deleitan en los logros, pero que no tienen empatía por aquellos que no son tan productivos.

Es tan fácil para nosotros, verbal o al menos mentalmente, competir, denigrar a los demás, quejarnos y compararnos. Te pedimos que, a través del poder de Tu Espíritu, podamos ser como nuestro Salvador, cuyo yugo es fácil y su carga ligera. Al igual que nuestro Amo y Señor, ayúdanos a hacer de nuestros encuentros con los demás, algo fácil y sencillo. Te pedimos que satisfagas nuestras necesidades; especialmente la necesidad que tenemos de una actitud amable y tranquila.

En el nombre de Tu hijo, oramos. Amén.

Véase también Mateo 5:5; 11:29-30; Gálatas 5:22-23; 1 Tesalonicenses 2:7.

MANSEDUMBRE
La mansedumbre parece ser una idea ajena al temperamento masculino. El hombre retratado por los medios de comunicación actuales es a menudo un tipo rudo, con la complexión física de un defensa de algún equipo de fútbol americano que conduce un auto deportivo y camina contoneándose. En los anuncios comerciales de cerveza, este hombre vive su vida a su manera. Con las mujeres, es todo un conquistador. En los negocios, un vencedor y hasta tiene una actitud desafiante frente a una rasuradora eléctrica. Si no me cree, pregúnteles a los jóvenes quienes consideran un hombre así, su héroe, así de simple.

Ahora bien, debemos entender algo. Un hombre debe ser un hombre. No creo que haya muchas cosas que nos saquen de balance que un hombre que se comporta como una mujer o usa ropa que sugiere feminidad. Vivimos en una época donde el rol de géneros definitivamente se está erosionando.

La verdadera clase de rudeza debiera ser la fortaleza del carácter. Pero a la vez, la mansedumbre es igualmente importante.  Es tan importante que Dios la coloca en la lista de las cualidades que deben caracterizar a un cristiano: «Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio» (Gálatas 5:22-23).

La mansedumbre tiene tres compañeros íntimos en el Nuevo Testamento: el amor, la gentileza y la humildad (1 Corintios 4:21; 2 Corintios 10:1; Efesios 4:2). Es más, la mansedumbre es la actitud adecuada para enfrentar tres tareas difíciles: Disciplina en la iglesia, oposición personal y mantenerse abierto a la Palabra de Dios (Gálatas 6:1; 2 Timoteo 2:25; Santiago 1:21).

Recuerde, nuestro objetivo siempre debe ser el equilibrio. No solo parcial, sino todo en conjunto. La firmeza puede causar una imagen fría, distante, intolerante y hasta insoportable. El equilibro nos hace firmes y tiernos. . . audaces y gentiles, compasivos, considerados y con espíritu enseñable. Tal como Jesús.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.