Tito 2:11-12

Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente. Tito 2:11-12

GRACIAS, QUERIDO SEÑOR, por la forma tan bella en que nos enseñas. Gracias por Tu paciencia cuando caemos. Gracias por Tu comprensión en medio de toda nuestra confusión. Te agradecemos por acercarte a nosotros cuando sabemos que nosotros nunca nos hubiéramos acercado a Ti.

Gracias por detenernos cuando nos dirigíamos en la dirección equivocada; por guiarnos hacia el cielo. Gracias especialmente por Tu gracia. Por esa gracia con la que hemos sido salvados por medio de la fe; algo que no hicimos nosotros, sino es un don de Dios; algo que no fue el resultado de nuestras obras, para nadie pudiera jactarse. ¡Lo que es un gran recordatorio!

Gracias, querido Dios, por ser firme con nosotros cuando lo necesitamos, por disciplinarnos de tal forma que podamos caminar dignamente en la vocación de nuestro llamado. Estamos agradecidos por la promesa de un hogar celestial libre de culpa y vergüenza donde no hay pecado, ni dolor, ni muerte.

Esperamos con interés la eternidad contigo, con nuestro Salvador, que aunque no hemos visto, le amamos. Nos gozamos por Tu gloria. En el nombre grandioso de Jesús, te agradecemos todo esto. Amén.

Véase también Salmos 84:10-11; Juan 1:16; Efesios 2:8-9; 1 Pedro 1:8.

RECIPIENTES DE SU GRACIA—TODOS
Existen algunas personas que hacen un gran esfuerzo para ocultar sus orígenes humildes. Con frecuencia pensamos que debemos enmascarar la verdad del pasado esperando que así las personas no piensen mal de nosotros, especialmente si el presente es mucho más respetable que el ayer. Pero la verdad es que cuando nos quitamos la máscara, generalmente la mayoría no se asusta; más bien se acercan más a nosotros. Y frecuentemente, entre más doloroso o vergonzoso fue nuestro pasado, mayor es el aprecio y el respeto que los demás tienen por nosotros.

El profeta Isaías nos recuerda: «Mirad la roca de donde fuisteis tallados, y la cantera de donde fuisteis excavados» (Isaías 51:1). La frase suena mucho más noble y respetable que su significado literal. La palabra «cantera», en el texto hebreo, de hecho se refiere a una «caverna». La versión de la Reina-Valera Antigua no deja pasar este hecho: «la caverna de la fosa de donde fuisteis arrancados». No olvidemos «la caverna de la fosa». ¡Excelente Consejo! Aun aquellos que admiramos y exaltamos tienen «cavernas» de donde han sido excavados:

Con Moisés fue el asesinato.

Con Elías fue una profunda depresión.

Con Pedro fue la negación pública.

Con Sansón fue su lujuria recurrente.

Con Tomás fue su duda cínica.

Con Jacob fue el engaño.

Con Rahab fue la prostitución.

Con Jefté fue su nacimiento ilegítimo.

Antes de enamorarnos de la fama y la popularidad, sería una buena idea darle un vistazo a «la caverna de la fosa» de donde Cristo nos sacó. Y no solo pensemos en ello; admitámoslo. Esto tiene la capacidad de ponernos a todos en el mismo nivel—siendo recipientes de gracia.

Adaptado del libro, Responde a Mi Clamor: Aprenda a comunicarse con un Dios que se preocupa por usted (Worthy Latino, 2014). Copyright © 2014 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.