Lucas 23:42-43
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso». Lucas 23:43b
En respuesta a su fe, Jesús le ofreció al pecador arrepentido la vida eterna. En los momentos finales y horrorosos de las vidas de estos hombres, uno creyó y halló la vida en el nombre de Jesús. Observe lo que el erudito cristiano evangélico del Nuevo Testamento, Darrell Bock escribe:
La respuesta de Jesús le da al hombre más de lo
que había soñado en términos de aceptación. El
ladrón espera que un día en el futuro tendrá parte
en el reino de Jesús. En vez de eso, Jesús le
promete el paraíso desde el momento de su
muerte: «En verdad te digo, que hoy estarás
conmigo en el paraíso». La fórmula «en verdad
te digo» representa la manera más solemne de
Jesús de asegurar a su prójimo. La confesión de fe
y la petición han sido oídas. . . Jesús no explica
cómo va a funcionar esto, pero la seguridad que le
da al ladrón es clara. Irónicamente, muriendo en
medio de burlas, Jesús ha salvado mientras está en la cruz.1
Entre las ricas verdades teológicas encerradas en esta historia hay cuatro principios prácticos para nuestra vida cristiana, especialmente en lo que se relaciona con nuestra relación con los no creyentes.
Primero, nadie ha ido demasiado lejos como para no poder convertirse en creyente. Sin que importe el pecado del individuo, nadie está fuera de la gracia de Dios. Nadie puede estar demasiado lejos como para evitar ser alcanzado por la gracia de Dios. La historia del ladrón en la cruz resuelve esto de una vez por todas. Como William Barclay dice: «es literalmente cierto que mientras hay vida, hay esperanza».2
Segundo, la página impresa y la vida consagrada son dos de las herramientas más eficaces para la evangelización. El Nuevo Testamento enseña que la Palabra de Dios es poderosa y capaz de cambiar el corazón humano (Hebreos 4:12). Pero no menos poderoso que el testimonio de las Escrituras es el testimonio de una vida consagrada (Mateo 5:16; Efesios 5:8–9).
Tercero, todo lo que Dios quiere y acepta es la fe sencilla. No le traemos nada a Dios excepto nuestra fe en Él y en la obra concluida de Cristo en la cruz. El criminal que colgaba junto a Jesús no fue llevado al paraíso en base a algo que hubiera hecho. Fue la gracia de Dios lo que le abrió la puerta, y Su gracia también nos abre la puerta a nosotros (Efesios 2:8–9; Romanos 10:8–9).
Cuarto, nunca dude su aceptación instantánea en la familia de Dios cuando le abre a Él su corazón. Ninguna cantidad de pecado o perversidad puede superar la gracia de Dios. A Satanás le encanta distraernos haciéndonos acuerdo de nuestros fracasos pasados. Pero en Cristo tenemos el poder para vencer a Satanás y dominar la culpa de nuestro pecado (véase Apocalipsis 12:10–11). Santiago promete que, si resistimos los avances de Satanás, él huirá de nosotros (Santiago 4:7).
- Bock, Luke (Lucas), pp. 375–376.
- Barclay, The Gospel of Luke (El Evangelio de Lucas), p. 287.
Adaptado de la guía de estudio, Las Siete Palabras. Copyright © 2020 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente.