Juan 19:23–27

El libro de Hebreos describe a Jesús como nuestro «Sumo Sacerdote» (Hebreos 4:14). Hasta el momento de la muerte de Cristo, el sacerdote presentaba los sacrificios al Señor por los pecados de su pueblo. Pero ningún sacerdote jamás se había convertido en el sacrificio. Pero llegó este increíble momento en que el cordero sin mancha ni contaminación se sacrificaría de una vez y para siempre por los pecados del hombre.

La descripción que Juan da de la túnica de Jesús puede haber tenido la intención de servir como puente para su relato de las palabras de Jesús a Su madre y al «discípulo que amaba», es decir, el mismo Juan. Las madres judías por lo general confeccionaban quitones, o túnicas, para sus hijos cuando éstos cumplían la mayoría de edad. Existe la posibilidad de que María, la madre de Jesús, haya hecho precisamente eso. Esa túnica podría haber sido un regalo especial de cariño de una madre para su hijo. Cuando los soldados empezaron a hablar sobre cómo iban a resolver la cuestión de la túnica, Jesús en forma natural pudo haber mirado a Su madre para ver su reacción. Noten el curso de la narración:

«Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos;
sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será;
para que se cumpliera la Escritura: repartieron entre
sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.
Por eso los soldados hicieron esto. Y junto a la cruz de
Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María,
la mujer de Cleofas, y María Magdalena. Y cuando Jesús
vio a su madre, . . .». Juan 19:24-26a

Observe con cuidado y notará un contraste contundente. Jesús, el inocente Cordero de Dios, estaba muriendo una muerte horrible por los pecados del mundo, mientras observaba que al pie suyo estaban los encallecidos soldados romanos ¡jugándose Sus ropas! Una túnica sin costura valía más para estos hombres impíos que el Salvador del mundo. Pero Juan nos dice que ese fue el momento en que Jesús fijó Su agonizante mirada en Su madre, que estaba cerca.

¡Qué notable tributo al amor de Su madre por Él y a la fe de ella en la obra de Él! Para cualquier creyente judío, el estar cerca de la cruz de Jesús e identificarse con Él era peligroso, y sin embargo, María se quedó allí en silencio y con una gran lealtad a su hijo y Salvador. Debe haber sido una escena impresionante de contemplar, y el Espíritu Santo impulsó a Juan a registrarla. A. W. Pink, el finado expositor bíblico, lo capta muy bien:

«Aquí vemos en exhibición el corazón de una madre.
Es la madre del Moribundo. El que agoniza en esa cruz
es su Hijo. Ella fue la que le estampó los primeros besos
en su frente ahora coronada de espinas. Fue ella quien
guio esas manos y pies en sus primeros movimientos
infantiles. Ninguna madre jamás sufrió como ella. Sus
discípulos podrían abandonarlo, y sus amigos olvidarlo,
su nación podría despreciarlo, pero su madre se queda
allí al pie de su cruz. ¡Quién podría imaginar o analizar
el corazón de una madre!»1

De seguro que Juan quiso que veamos este retrato de María como la madre de Jesús parada allí, con el corazón partido, pero con una lealtad envidiable. Pero, sin duda, hay algo más importante y es que Juan quería que consideremos las Palabras de Jesús dichas a Su madre y a Su amigo cuando estaba muy cerca de morir.

«Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa». Juan 19:27b

Aunque notamos que Maria tenía una fe grandiosa, también necesitaba el sostenimiento y cuidado del amor de una familia. Jesús hizo provisión para esos momentos antes de Su muerte y Juan, «el discípulo al que Jesús amaba», de inmediato respondió al encargo de Jesús y recibió a María en su propia casa. El texto griego dice literalmente «el discípulo la recibió entre los suyos», queriendo indicar que la recibió en su propia familia y su propio mundo. María se convirtió en una parte íntima de la familia de Juan a partir de ese momento.

  1. Arthur W. Pink, The Seven Sayings of the Saviour on the Cross (Los Siete Dichos del Salvador desde la Cruz) (1958; reimpresión, Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1976), pp. 49–50.

Adaptado de la guía de estudio, Las Siete Palabras. Copyright © 2020 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente.