Juan 19:30

El apóstol Juan relata que de nuevo Jesús gritó a gran voz. Pero note que existe una diferencia. Esta vez, en lugar de lanzar un grito de angustia desesperada, de Sus labios salió un grito de victoria gloriosa.

La escena que muestra la satisfacción de nuestro Salvador se entiende mejor si ponemos como trasfondo dos versículos de Proverbios 13:

«La esperanza que se demora enferma el corazón,
pero el deseo cumplido es árbol de vida». (v. 12)

«Deseo cumplido es dulzura para el alma». (v. 19)

No solo se había cumplido el deseo del Salvador. Jesús había logrado Su meta de realizar la expiación por el pecado humano. Todo había resultado conforme al plan de Su Padre. La realización del deseo de Dios fue dulzura para el alma de Jesús y con gran satisfacción proclamó fuertemente Su triunfo diciendo: «¡Consumado es!».

Esta es una maravillosa verdad revelada por el Espíritu Santo. Cristo vino para hacer la voluntad de Su Padre y para cumplir hasta el último detalle todo lo que Dios quería que hiciera. Para ser más específico y describir más profundamente esta verdad, podemos decir que la voluntad del Padre quedó cumplida en cuatro aspectos distintos.

Primero, el velo del templo se rasgó en dos desde arriba hacia abajo. Usted debe recordar que mientras las personas vivían bajo el peso de su pecado, reinaban las tinieblas y estas separaban a la humanidad del Dios santo. La inmensamente gruesa tela del velo del templo prohibía el acceso al Lugar Santísimo a todos los seres humanos. El único que podía entrar era el sumo sacerdote. En Su muerte Cristo nos abrió paso por el pesado velo de las tinieblas de la muerte y nos dio acceso a la brillante luz de la presencia de Dios. Jesucristo, nuestro sumo sacerdote lo hizo de ¡una vez para siempre!

La segunda prueba de que el Salvador satisfizo todas las demandas divinas es que, Cristo resucitó de los muertos. La resurrección y la ascensión demostraron que la muerte de Cristo fue suficiente para salvar a Su pueblo de sus pecados. Su resurrección significa el triunfo de Dios sobre la tumba.

Tercero, Cristo fue aceptado de nuevo en el cielo. Después de haber resucitado de los muertos Jesús ascendió para tomar el lugar que le pertenece a la diestra de su Padre. Su retorno triunfante a la gloria reflejaba Su victoria decisiva en la cruz.

Cuarto, el Espíritu Santo fue enviado después de que Cristo ascendió al Padre. Habiendo recibido de nuevo a Su Hijo en el cielo, Dios envió al Espíritu Santo como Su signo de exclamación divina, cumpliendo la promesa que Jesús les hizo a Sus discípulos de enviarles un Consolador en Su lugar.

El grito final de Cristo al exclamar «¡Consumado es!» confirmó la eterna sentencia divina sobre Satanás, el enemigo de nuestras almas. La muerte y la tumba, en un tiempo poderosas armas en el diabólico régimen de Satanás, fueron eliminadas de su arsenal por la abrumadora victoria de Cristo sobre el pecado. Con un solo golpe, Dios despojó a Satanás de su poder y selló su destino eterno.

¡La obra de Cristo fue una obra triunfante, una obra realmente terminada!

Adaptado de la guía de estudio, Las Siete Palabras. Copyright © 2020 por Charles R. Swindoll, Inc. Todos los derechos reservados mundialmente.