Mateo 28:16-20; Hechos 1:8; 1 Corintios 15:1-8

Solo aquellos que aman al Señor Jesús puede imaginarse el gozo que Sus amigos debieron haber sentido cuando supieron que Él estaba vivo. Ellos habían visto con sus propios ojos, ese fin de semana, cómo lo habían crucificado, pero ahora le podían tocar, abrazar y verle nuevamente con solo algunas cicatrices que les recordaba el horror de la crucifixión. El viernes anterior le habían escuchado entregar Su espíritu a Su Padre, pero hoy domingo, él estaba allí hablando, riendo, comiendo con ellos. La vida misma había cambiado en esos días desde el viernes. Todo era diferente sin él. Pero ahora, él estaba allí, el Mesías que amaban. El hombre sin pecado que había muerto por ellos. El amigo, el maestro, el Mesías, el Salvador estaba vivo. Nada volvería a ser igual. Desde ese momento en adelante, pasarán a la eternidad gozándose por lo que había ocurrido.

Imagínese la clase de disposición que tenían cuando unos días después Jesús les dijera: «quiero que hagan algo hasta que yo regrese».