Mateo 26:57-27:26; Lucas 22:66- 23:25; Juan 18:12-19:16; 1 Pedro 2:23

Nuestra perspectiva histórica nos permite ver con claridad lo que muchas personas en la época de Jesús no pudieron ver.  Jesús comprendía mejor que cualquiera que los seis juicios que enfrentaría no eran nada más que maquinaciones de hombres corruptos, celosos de mantener el poder. Para empeorar las cosas, esos hombres excusaban su comportamiento bajo las túnicas de una vida religiosa. Se imagina lo patético que debía haber sido eso ante los ojos de Dios.

Las autoridades religiosas hicieron de Jesús un villano y aceptaron el aplauso y la admiración de un público que no sabía discernir. Exitosamente escondieron sus huellas para que nadie cuestionara sus acciones, su ambición de poder y su vergonzosa conspiración para destruir a un individuo inocente. El pueblo judío no se dio cuenta de las bendiciones que desperdiciaron al matar a su Mesías. Nadie sabrá cómo el plan de Dios se hubiese desarrollado si ellos lo hubieran protegido.

Hay pocas situaciones en la vida que son más frustrantes que sufrir una injusticia en soledad y sin que nadie lo note. Sentimientos de enojo demandan justicia. La amargura añora la venganza. La desesperación le pide al cielo que le libere. La soledad grita para que le escuchen mientras observa un mundo impávido. Durante esos momentos oscuros, dolorosos y solitarios, el silencio del cielo puede ser ensordecedor.

Si actualmente usted está pasando por una experiencia así, tenga la seguridad de que usted no está solo. El Señor ve su sufrimiento y no le permitirá que continúe así para siempre. Él realizará justicia, quizás no en el momento o de la manera que usted lo desea. No obstante, la agonía que está sufriendo, aun cuando se sienta abrumadora, no acabará con usted. Si usted lo permite, esta experiencia puede convertirse en un instrumento con el cual Dios le envía Sus más grandes bendiciones.

Los juicios de Jesús acabarían de manera predecible porque sus jueces ya tenían una conclusión predispuesta. Jesús no era la clase de Mesías que ellos querían. Jesús no era un líder manipulado por el control de los ricos y los poderosos. Jesús no era una amenaza revolucionaria que Pilato podría condenar de manera legítima. Lo único en lo que estos jueces estaban de acuerdo era que la muerte de Jesús resolvería sus problemas.

«Y Pilato lo entregó para ser crucificado».