2 Reyes 2: 12—15
El contrato que le garantizaba a Elías que no vería muerte se cumplió de repente. Elías, el poderoso profeta de la doble porción de poder está aquí, preparado y a punto de ser utilizado por Dios de una manera excepcional.
Cuando un hombre o una mujer de Dios mueren, nada de Dios muere. Es algo que tendemos a olvidar. Estamos tan atrapados por la vida de ciertas personas, que pensamos que no podemos funcionar sin ellas. ¡Qué manera de pensar tan limitada! Cuando un siervo poderoso de Dios se marcha, él tiene a siete mil que nunca inclinaron su rodilla ante Baal. Él los tiene preparados, esperando entre bastidores para tomar su lugar. El ejemplo clásico de esto es Eliseo. Dios siempre tiene un plan alternativo.
Piense en esto. A través de los siglos, Dios ha tenido sus hombres y mujeres en cada era para que realicen su trabajo. Ni una sola vez se ha quedado frustrado, preguntándose: ¿Qué hará ahora mi pueblo, ya que tal persona se ha ido? ¿Qué hará ahora que ella no está más con ellos? Nuestro Dios-Creador es omnipotente. Él nunca está necesitado de ayuda.
Eliseo pudo haberse quedado sorprendido y perplejo momentáneamente, pero eso no duró mucho tiempo. Cuando recordó las palabras de Elías, extendió la mano y tomó el manto del profeta. Reclamó el poder que ahora le pertenecía a él, cruzó el Jordán y comenzó su ministerio profético. El plan de Dios no había fallado en o más mínimo. Elías había salido de la escena, pero Eliseo había entrado.
No podemos evitar preguntarnos si, en los años siguientes, Eliseo se detuvo a pensar en ese viejo manto, recordando aquellos días maravillosos del pasado en los que su mentor y amigo había dado la cara solo, en representación de la presencia de Dios y proclamando el mensaje del Señor. El recuerdo de Elías, un hombre de heroísmo y humildad sirvió para fortalecer a Eliseo, a quien Dios destinó para que sirviera de una manera aún más poderosa.
Hasta el día de hoy, hay momentos en los que recuerdo a mi abuelo, L.O. Lundy. Sus sabias palabras de orientación siguen estando allí. A veces me parece que su vida serena y profunda está tan cerca de mí, que casi puedo sentir su cálido aliento detrás de mi cuello. Sí, hasta el día de hoy lo extraño ,pero el manto de su recuerdo me impulsa a mayores alturas y a tener una devoción más profunda.
Pero la buena noticia es esta: Algún día lo volveré a ver; y juntos adoraremos al miso Señor cara a cara, «y así estaremos siempre con el Señor».
¿De quién ha recibido usted «el manto»? ¿Y qué hará con la influencia que heredó del mismo?
Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.