2 Reyes 2: 1—14

El renunciar a lo personal no nos llega de manera natural. Es una virtud que se aprende (muchas veces de manera dura), estimulada por unos pocos y modelada por un número menor aún. Los profetas son famosos por mostrar este temperamento, lo cual hace Elías aún más admirable. Sin sacarle el cuerpo al heroísmo, era tan blando como la arcilla en las manos de su Señor. Como vimos antes, Elías daba lo mejor de sí mismo cuando estaba «bajo la sombra del Todopoderoso». Su vida fue de poder, porque había llegado al punto en el que aceptaba la muerte de sus propios deseos, si eso significaba poder mostrar al máximo la gloria de Dios.

El punto del comienzo, el punto de la oración, el punto de la batalla, el punto de la muerte; nosotros también tenemos estos puntos en nuestras vidas.

En primer lugar, hay un punto de comienzo. Ese es el punto de partida, el comienzo mismo de nuestra experiencia cristiana cuando nacemos de nuevo. Ese es nuestro punto de comienzo. En nuestro Gilgal, nos volvemos enteramente nuevos.

Para algunos de nosotros, ese punto de comienzo, de partida, ha quedado distante en el pasado. Escudriñe su memoria. ¿Puede recordar el momento cuando dio sus primeros pasos, como un bebé en la fe? Se tambaleaba un poco y aquellas personas que le amaban y guiaban, le ayudaban a mantenerse firme sobre sus pies. Pero aprendió lo más importante de la vida: cómo estudiar la Palabra de Dios; cómo orar; cómo pasar tiempo con Dios, cómo compartir su fe.

Luego viene el punto de la oración. ¿Lo recuerda? Comenzó primero a aprender lo que era sacrificar, rendir las cosas que le eran queridas y preciosas. Para algunos otros, fue una pérdida por un aborto, o la muerte de un hijo. Para algunos, fue la muerte de un esposo o una esposa. Quizás para usted fue la pérdida de un empleo, o de un negocio, o de su largamente acariciado sueño y que usted sabe, nunca podrá realizar. Al llegar totalmente solo a su propio Betel, aprendió a orar.

Dios hizo un verdadero trabajo en su vida al llevarle desde ese punto de comunión a la siguiente fase que él dispuso para usted. Y porque ya había aprendido el valor de la oración, usted construyó su altar y aprendió aun más a los pies del Señor. Escudriñe su pasado. ¿Lo recuerda?

El renunciar a lo personal es difícil de aprender, pero bien vale el esfuerzo.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.