Éxodo 6:29

Son muchas las veces que usted y yo perdemos la oportunidad de ver actuar al Señor de una manera grande y milagrosa. ¿Por qué razón? Porque, en vez de «estar quietos» y ver cómo él nos libra, lo que hacemos es buscar la alternativa carnal. Buscamos la puerta trasera de escape, un atajo carnal.

Observemos cómo trató Dios a su siervo Moisés. No lo recriminó, sino que le dio un par de consejos. Uno tuvo que ver con la persona del Señor; el otro, con su obra. Le dijo a Moisés quién era el Señor, y luego lo que el Señor iba a hacer. La orden en la respuesta del Señor es tan importante como los hechos mismos.

De inmediato, le repite el mensaje de la zarza ardiente, diciendo «Yo soy», cinco veces diferentes en el libro de Éxodo, capítulo 6.

«Yo soy el SEÑOR. . . » (v. 2)

«Yo soy el SEÑOR. . . » (v. 6)

«Yo soy el SEÑOR. . . » (v. 7)

«Yo soy el SEÑOR. . . » (v. 8)

«Yo soy el SEÑOR. . . » (v. 29)

Le recalcó una y otra vez su mensaje a Moisés, diciendo: «Mira, Moisés, tienes puestos los ojos en el lugar equivocado (una vez más). Mírame a mí (una vez más). Recuerda, quien soy yo (una vez más)».

¿Quién es el SEÑOR? Preguntémoslo al profeta Isaías, quien angustiado y desesperado por la condición moral de su nación, un día dirigió sus ojos al cielo y vio «al Señor sentado sobre un trono alto y sublime» (Isaías 6:1). Eso era lo único que él necesitaba ver. Fijó sus ojos en el Señor y, de repente, toda su perspectiva cambió.

Si usted ha sido creyente durante cierto tiempo, habrá escuchado las siguientes palabras una y otra vez. Pero no está mal que vuelva a oírlas. Hasta que su mirada no esté puesta en el Señor, no podrá soportar esos días en que las cosas van de mal en peor.

Adaptado del libro, Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright © 2019 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.